Me cuento, lo confieso, entre quienes adoran los hoteles. Debo añadir, casi sin exagerar, que uno de los mayores atractivos que encuentro en el hecho de viajar es el anonimato: esa liviana sensación que otorga hallarse en un lugar donde uno no es nadie para nadie y donde nadie para uno es nadie. Si hablamos de un populoso lugar, entonces confortable también la sensación de constituir tan sólo un punto más en la multitud: sólo un punto más. Me siento como viéndome a mí mismo desde un avión. No sé si me entienden.
Adoro también, en buena lógica, los lugares que, como hechos en serie, replican una misma atmósfera por países varios. Siempre y cuando, huelga decirlo, se trate de una atmósfera fría: de silencio, que no es impersonal sino respetuoso; de distancia, que no es aspereza sino cortesía. A mi parecer, nadie como la firma americana Starbucks ha logrado mayor éxito en crear una atmósfera semejante. La primera vez que la fortuna me adentró en uno de sus locales, pensé que se había hecho expresamente para mí. Siendo, como soy, un bebedor empedernido de café, un internauta convencido, un lector ya casi vicioso, un ser refractario al ruido y un amante de los muffins, no podía menos que embargarme semejante sensación.
Los pánfilos se oponen a que abran Starbucks en sus ciudades - lean esta pieza, en un difícil equilibrio entre lo jocoso, lo encantador y lo acerbo - . Qué pánfilos. Todos sabemos, en realidad, a qué se opone la gente cuando se opone a Starbucks, a McDonalds o a la Coca-Cola. A uno podría no gustarle la cola azucarada, el café en vaso o las hamburguesas alpargatadas, pero oponerse a ello suena como si alguien estuviera contra los gatos. A uno pueden no agradarle los gatos, pero no se puede estar contra ellos.
No existe, en puridad, una oposición a McDonalds y demás. Como no existe, en puridad, un pensamiento antiyanqui o antisemita. Qué sabe la gente de lo abigarrado y complejo que es eso que llamamos American way of life. Qué le importa, realmente, cómo vive y piensa un ciudadano de Kentucky o Arkansas. Qué sabe - qué le importa - a esa misma gente la anormal situación en la que vive Israel. Qué les afectan a ellos las intenciones de Irán, Jordania, Arabia Saudí, Siria, Egipto, Libia. Antiamericanismo y antisemitismo, como la oposición a las grandes multinacionales, son sólo sarpullidos causados por el auténtico causante: la hostilidad a las sociedades más liberales, y con ello, la querencia por todo lo que huela a estatismo, a sindicato, a arancel, a subvención.
Me resulta de todo punto imposible hallar un lugar con wifi en Roma. Sólo en el hotel dispongo de conexión: se paga y en recepción te dan un cable que, estúpidamente, apenas llega de la toma al escritorio, con lo que temo que el ordenador caerá al suelo de un momento a otro. ¿Y en ese rato de después de comer en el que uno contestaría, de buena gana, unos mails o leería la prensa antes de volver al tajo? No lo intenten: no hay lugar en Roma con wifi. Pregunto al hombre de la recepción - un hombre pizpireto, de un inglés trabucado y una calva hace poco estrenada (anda por los 40) pero ya radiante - : Scusi, dove c'è un Starbucks a Roma? Como piensa que ha sido un problema de mi más que forzado italiano, pasa al inglés: "A what?" Yo repito: "Starbucks". Él entonces dibuja una sonrisa condescendiente y cambia al castellano, lengua que no maneja mal del todo: "¿un qué?"
Resulta que Starbucks fue fundada, en gran parte, siguiendo el patrón de las cafeterías italianas. El presidente de la empresa quedó encantado, en un viaje a Roma, con el ambiente de sosiego y familiaridad allí existente, e intentó una difícil adaptación de semejante atmósfera al American style. Actualmente, la compañía posee más de 12.000 establecimientos por el mundo, 140.000 empleados a tiempo completo y una capitalización en el mercado de casi 30 billones de dólares. Está en China, en Rusia, está, incluso, en una de los grandes hontanares mundiales de café: Brasil. También está presente en México.
Pero Italia no. La compañía opina que la cultura del espresso se halla demasiado arraigada como para esperar que los italianos consuman ahora cafés de medio litro en vasos de hoja de periódico. Y siempre hay quien aplaude la decisión; se lee en foros cibernéticos "Starbucks? No, grazie", seguido de la consabida demonización de un estilo de vida decadente, aniquilador de... etc. La decisión, obviamente, es equivocada. El mismo argumento se podría aplicar a la rica y variada gastronomía italiana y, sin embargo, los McDonalds y Burger Kings se multiplican y medran. Pero Starbucks no desea arriesgar su imagen con un posible batacazo precisamente en la cuna del café como pilar de la socialización.
Mientras, yo me quedo sin mi sillón amplio y cómodo tras el almuerzo frugal, sin mi café cuantioso y sin mi conexión wifi. Y miro la cola monstruosa para entrar al Vaticano y me pregunto: ¿es que habrá Starbucks dentro?
En Pamplona tardaron años en instalarse las grandes compañias de fast-food, se pensaba que no tenían mercado,pero llegaron para un público más bien adolescente alejado del ajoarriero y el corddero al chilindrón. A mi de Starbucks me interesa más su gestión y capacidad que su produzco. Soy más de cafes con tintineo de tazas, volutas de humo y mesas de marmol. A estas alturas habrás descubierto que en el Vaticano no hay Starbucks pero si Laoconte. Me está entrando una enviadia romana que no me tengo.
ResponderEliminarEs que en Navarra, Álex, sois muy primitivos aún. A mí me han contado que vivíis, exclusivamente, de pacharán y carne cruda.
ResponderEliminarQué encanto, por cierto, el tintineo de tazas, las volutas de humo y las mesas de mármol (y qué bellamente expresado). Y qué chulo, también, el Starbucks.
Vaya, ahora me ha entrado a mí envidia de recordar los extraordinarios pacharanes de los que gozáis.
Uf, me he metido en el blog de ciudadanos y vaya cosas que he encontrado. Mira que cuando lo escuch´´e en una ocasion me parecio brillante, pero Rafael Herrera anda desatadisimo, ¿no? Abrazote!
ResponderEliminarVaya, Dick, estamos ácidos. No sé qué has leído exactamente, así que no me puedo pronunciar.
ResponderEliminarYo he visto a Rafa Herrera, también, sólo una vez, pero no habló exactamente de política. El autor de la columna que enlacé, Giménez Gracia, me parece muy bueno, tanto como orador como periodista/polemista. Pero, claro, es liberal, así que no puedo recomendártelo.
Saludos.
Estoy seguro de que el tono y contenidos de esto que te paso te van a parecer, como a mi, de lo mas desafortunado. Tiene su gracia que los conservadores, como en entreguerras, se presenten como heterodoxos, revolucionarios y terribles. Menos gracia tienen expresiones de brutalidad y de escaso refinamiento intelectual que no muestran sino una alergia, propia de fascistas, frente a la diferencia, que puede ser cachondamente musical y seriamente politica:
ResponderEliminarhttp://ciudadanosparaelprogreso.blogspot.com/2010/03/el-sos-nos-alegra-el-dia-medias.html
Ciao!
ResponderEliminarEstoy haciendo un trabajo sobre Starbucks para la universidad y de golpe me he encontrado con tu blog... Scusa, non posso dire niente di più che... Auguroni! :D
De verdad, que maravilla de todo, de mentalidad, de forma de escribir, de placer y disfrute por la vida...
Un beso de una desconocida, que también siente pasión por el caffé y por el italiano!