Labores que no vienen al caso me traen a Roma. Convenzo, con gran esfuerzo, a Ana para que, haciendo dejación de todos sus deberes, me acompañe. Tras no pocas gestiones, lo consigue y embarcamos, juntos, destino a la cuna del Imperio por antonomasia. Aprovechamos el tiempo que me queda libre, por supuesto, para el vagabundeo. Roma está - siempre está - inundada de turistas. Y hablo de una inundación de dimensiones bíblicas. Callejas, iglesias y fuentes, hállase todo colmado de materia humana. Bella, ya se sabe, la Columna de Trajano, bellísima la Basílica de San Pedro y bella también la homónima plaza; toda esta belleza, empero, se corrompe ante el gentío desmedido que forma, normalmente en grupo, una argamasa compacta ante ruinas y monumentos. La masa alcanza dimensiones inverosímiles, diría yo ridículas, ante la Fontana de Trevi.
La ciudad es profusa, claro, en servicios para dicha masa turística. Se debe andar con cuidado en restaurantes, hoteles, cafeterías. Se me multiplican ya los casos de precios no incluídos en los menús que, a la postre, resultaban excesivos, cuentas hechas siempre a mano y donde aparece alguna inesperada tasa o, simplemente, intentos más o menos descarados de fraude. Se tiene por momentos la impresión de un país que hubiera adoptado, como norma, la política tarifaria de Ryanair.
Hay una auténtica hueste de vendedores ambulantes. No importa la calle por la que uno camine o la cafetería escogida, alguien intentará venderle un pañuelo musulmán, un muñeco de colores que baila break dance o porcelana de pacotilla. Otros muchos tocarán el acordeón o el violín ante el comensal. Hay también quien, simplemente, en el semáforo da toques al balón con la cabeza y pasa después el sombrero. Otros muchos practican directamente la mendicidad - aprovechando, sobre todo, la abundancia de iglesias - . "Vuoi una foto?", pregunta un hombre de mediana edad, indio o paquistaní, "no, ma grazie mille", le digo, porque sé que, finalmente, pedirá dinero, y al poco acude otro hombre con la misma oferta, y así otro y otro, hasta que al último - "dai, io faccio la foto" - , que se pone pesado, le contesto ya de malas maneras - "mi dispiace parlare cosí, ma lasciateci in pace" - . Vano intento: no se da por vencido.
A pesar de lo enorme y populosa, Roma no es una ciudad vivaz. Muchos comercios, especialmente de hostelería, ¡cierran sábado y domingo! El tráfico es caótico y denso; lo denso viene dado, en gran parte, por el hecho de que sólo haya 2 líneas de metro, lo caótico porque se conduce, aparca y cruza a la italiana.
Italia creció desde el final de la II Guerra Mundial hasta 1990 a un ritmo envidiado por gran parte de Europa - en 1989 su PIB era casi el de Gran Bretaña - . Su economía llegó a codearse con la de Japón o Alemania. A partir de 1990, el desastre. El crecimiento se había producido a la italiana. El gobierno era más que generoso en sus compras (por ejemplo a la Fiat o la Olivetti) y creó fortísimos aranceles que mantenían los productos autóctonos en una burbuja de proteccionismo. Cuando, aún así, la cosa se ponía fea, se devaluaba la lira y a seguir a lo mismo. Con la llegada del euro y la UE, este modus operandi se hizo imposible. Sin embargo, el modus cogitandi se había instalado definitivamente en la mente italiana: había que ser amigo del político o burócrata de turno para conseguir el subsidio, y ser amigo, a veces, si no mediaban lazos de sangre o amistad, precisaba el paso por el despacho con la cartera abierta.
Una clase política corrupta - con leyes tanto de Craxi, de Prodi y de Berlusconi amnistiándola y dotándola de inmunidad - , una burocracia indócil al poder político y tan corrupta como él, la Mafia ahuyentando toda inversión extranjera en el Sur - supone ya el 7% del PIB del país - , el nepotismo sin parangón en la Universidad que provoca el éxodo de los más cualificados investigadores: así es, hoy por hoy, este país. Si lo anquilosado del país ha generado dicha situación o viceversa, es algo discutido.
Unos ejemplos. Realizar una obra pública de las de más de 50 millones de euros lleva 6 años. Construir una línea de AVE cuesta más de 4 veces lo que cuesta en Francia o España. La resolución judicial de una demanda sobre contrato incumplido tarda por media unos 4 años (en España, que es el segundo país peor en este sentido, año y medio). Abrir un negocio viene costando 5.000 euros, los permisos llegan a los 62 días tras pasar por 16 ventanillas (en EE.UU. cuesta abrirlo 167 euros, los papeles llegan a los 4 días y se pasa por 4 ventanillas). Y así todo.
Se nos ocurre, por casualidad, acercarnos al Coliseo, que pilla a unas calles del hotel, al caer la tarde. Gran acierto. La masa turística se ha disipado y la luz alicaída adquiere, sobre la piedra secular, un tono melancólico y dulce. Un tono meloso que subraya el que es, a nuestro parecer, el más grande atractivo de la ciudad. Ciclópeo, hercúleo, hermoso en su figura descomunal. Fotografío a Ana que, ante semejante espectáculo, pinta un perfil elegante con un algo de etéreo. Vean la foto: no comment.
Goethe estuvo por aquí a finales del XVIII. Le escribió a un amigo: Al atardecer llegamos al Coliseo, justo en el crepúsculo; una vez que se contempla, todo lo demás se empequeñece. Es tan grandioso que el alma no puede captar su imagen, lo recuerda más pequeño, y cuando se vuelve a él parece aún más grande. Podría seguir escribiendo así siempre. Mi papel está en las últimas, pero yo no.
Y si bien mi ánimo se siente hermanado con el de Goethe, esta entrada, al contrario que su ánimo, sí está en las últimas. Saludos desde Roma.
Debajo de todos esas hordas de turistas está Roma, échale un ojo de mi parte al Pnateón y dale recuerdos
ResponderEliminarQuerido Álex, un placer verlo por aquí. Sepa que sigo sus correrías. Y que me pone los dientes especialmente largos cuando son sobre la fresca y húmeda campiña norteña. La floreada excursión de la Foz de Lumbier azuzó, también, mi envidia.
ResponderEliminarSí, creo que si se escarba un poco, aparece Roma. Cuando encuentre el Panteón, le doy un abrazo de tu parte.
Un saludo muy afectuoso.
tienes que tomarte un "granittá de café con panna" en una heladería que creo se llama el Leoón de Oro en la plaza del Panteón después entrar calmádamente al interior, mostra tus repetos a Rafael y mirar el cielo de Roma através delóculo de la bóveda, hazlo por mi.
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