domingo, 1 de julio de 2012

La Reserva Federal (no es un pan como unas hostias)

El lugar donde Ana muestra su un tanto enigmático semblante es Wall Street. A muchos visitantes de Nueva York les extraña que el gran centro bursátil se encuentre enclavado en un callejón sin lustre. Curiosamente, los turistas de todo el mundo se apelotonan en dicha calleja y, sin embargo, mantienen olvidado y solitario un edificio mucho más bello, en su imponente solidez, ubicado sólo unas calles más allá. Si visita uno la construcción bursátil y se deja ésta de la que les hablo hoy, hará de su visita, francamente, un pan como unas hostias. Un edificio donde, además, suceden cosas tan o más relevantes de las que acontecen en la bolsa neoyorquina. Se trata de un lugar cuyas hazañas tanto comentan y glosan contertulios y periodistas verborreicos.

Exacto: la Reserva Federal. Se escucha por doquier, últimamente, que la situación crítica de ciertas economías europeas -España e Italia, especialmente- y del mismo euro como moneda se debe a que Alemania no permite que el Banco Central Europeo (BCE) funcione como la Reserva Federal y que, por tanto, en la política de presunta defensa del euro se está cocinando un pan como unas hostias. Lo que se quiere decir con esto no es más que el BCE debería liarse a comprar deuda de aquellos países que no consiguen financiarse por el canal habitual de que alguna entidad privada les compre la deuda que emiten. Y en esto tienen, probablemente, razón. No hay, de hecho, moneda sin Estado, lo que quiere decir, sin Banco Central que repalde la deuda pública, inyecte dinero en el sistema financiero y ardides semejantes. 

Alemania, concluyen unánimemente los opinadores, resulta culposa por no haber convertido el germanizado y germanizante BCE en la yanqui Reserva Federal. Y, repito, tienen razón. Y más la tendrían si dijeran toda la verdad. El BCE se ha comportado en gran medida como la Reserva Federal (saltándose sin escrúpulos sus propios estatutos). Es cierto que no con la contundencia de ésta pero sí de manera similar a otros Bancos Centrales que en el mundo son. 

Si el lector comparte la germanofilia de quien esto escribe, sabrá que ciertas cuestiones se mantienen impresas en el pool genético germano. Los alemanes deglutieron su parte comunista -DDR/RDA- mediante inmensas transferencias de renta pero, a cambio, se consideraron con derecho a organizar ese país, previo desmantelamiento del mismo, a su gusto. Cuando se les atragantó la deglución del tumor oriental y se vieron devorados por el desempleo y el déficit, aprobaron una serie de reformas draconianas -Agenda 2010- que afectaban al sistema de pensiones, la sanidad pública, las pagas extra, los subsidios de desempleo, etc. Por cierto, estas reformas fueron confeccionadas y aprobadas por los socialistas en coalición con los verdes. Alemania, cuando el estallido de la crisis financiera en 2009, fue la primera en saltarse la norma del 3% de déficit y en rescatar su sistema bancario mediante espectacular manguerazo de euros frescos, pero todo se hace con luz y taquígrafos. Es decir, las cosas, las buenas, las malas y las regulares, se hacen abiertamente y con prontitud. No entiende Alemania que haya países -Grecia- que se muestren impotentes para recaudar impuestos pero todopoderosos a la hora de incumplir promesas; que haya países -España- que mientan respecto a su déficit y presenten cada sacrificio como un holocausto sin precedentes. No entiende, sobre todo, que uno tenga sus cuentas como un pan hecho como unas hostias y no sean capaces de aprobar su Agenda 2010. 

Quien no ayuda al necesitado -parece advertir Alemania- puede ser responsable (en parte) de lo que a éste suceda en el futuro, pero en ningún caso de lo que en el pasado le ha acontecido.

Fíjense si da de sí un paseo frente a la Reserva Federal. Y, ya para rizar el rizo de estas reflexiones que ocupan al viajero, se hace uno la prescriptiva instantánea frente a la efigie de George Washington que se yergue junto a Wall Street. ¿Qué pinta George Washington en todo esto? En su discurso de despedida decía así:

Avoid likewise the accumulation of debt, not only by shunning occasions of expense, but by vigorous exertions in time of peace to discharge the debts which unavoidable wars have occasioned, not ungenerously throwing upon posterity the burden which we ourselves ought to bear.

Es decir, la inevitabilidad de la consolidación fiscal. George Washington iba, a la postre, a lo que va la Reserva Federal y Alemania, todo estaba relacionado: a mí, modestia aparte, la entrada no me ha quedado como un pan hecho como unas hostias.