jueves, 17 de diciembre de 2009

De Stalin y de esqueletos en el armario

Qué encanto el de esos regalos poco acertados con los que uno no sabe qué hacer. Ya he hablado en anteriores entradas de dos de este tenor de Stalin: la estatua del soldado soviético en Viena y el Palacio de la Cultura y la Ciencia en Varsovia. Los austríacos han tapado la primera con una fuente y los polacos, con más saña, han construido la City varsovita justo enfrente. En la foto se aprecian los rascacielos de las multinacionales de la zona, que miran - Santo Dios - a un edificio que aún mantiene la estatua de un estudiante (de un torso que ni Cristiano Ronaldo) que mantiene un libro de "Lenin, Engels, Marx" (sic).

En la foto, Ana posa ante la City varsovita en el momento en el que la tormenta nos da alcance.

Cuando se me ocurre hablar, como hice aquí mismo, de lo inusual de una alianza como la de la II Guerra entre Europa y EE.UU con Stalin, automáticamente se me contesta que hubo que elegir entre la alianza con un tirano sanguinario o dejar vía libre a un tirano sanguinario aún peor. Irreprochable realismo político y moral. Sin embargo, lo echo de menos cuando se juzga la actuación de EE.UU en otros frentes.

La Guerra Fría fue una guera - ¡que no inició EE.UU.! - . Una guerra rara, como las que vivimos en el nuevo orden mundial post-Torres Gemelas, pero una guerra. Tanto que a punto estuvo de desembocar en un enfrentamiento nuclear. Y así como en la II Guerra se buscó la alianza con Stalin, durante los años de la Guerra Fría se apoyaron dictaduras. El país adalid de la democracia se vio apoyando dictaduras; paradoja, repito,en todo caso,  no menor que la de aliarse con Stalin y, oye, qué bien lo entiende la gente ahí.

Recordemos que las guerrillas comunistas en Sudamérica no pertenecen al imaginario romántico socialista: el terrorismo de éstas fue de alta intensidad. Al Ché lo matan en Bolivia unos ocho años después de haber triunfado en Cuba e intentar exportar ese modelo al resto del continente.

Puede que en España nos dé rabia - a mí me da - el apoyo tan sumamente amigable prestado a Franco, pero, claro, el análisis era que: o Franco o una desestabilización donde la URSS metería baza. Así, pues, tenemos que Eisenhower se abraza efusivamente con quien fue a Hendaya a dialogar con Hitler, quien, a su vez, había costado a EE.UU. miles de bajas. Igualmente, ¿cuán ilusionada se hallará la administración estadounidense con dictaduras como la marroquí o la de Arabia Saudí? Poquito, poquito. Pero las apoya porque, al menos, sirven de contención para el islamismo radical.

De acuerdo, me replica Ana, que lee la entrada por encima de mi hombro - cosa que le tengo terminantemente prohibida - , pero ¿era necesario un apoyo a Franco o Pinochet sine die? Tu entrada, continúa, parece diseñada para disculpar los esqueletos en el armario de los yanquis; muchos apoyos - este dictador, sí, éste, no - han estado motivados por una neurosis anticomunista y por intereses mercantilistas.

Neurosis anticomunista: correcto, y si no se entiende eso, no se entiende la actuación en Chile o España. Allende, amparado en una situación de desencuentro de los partidos mayoritarios, emprende unas reformas de tipo socialista sin el menor apoyo social a juzgar por las urnas.  Y lo mismo cabe decir de Nicaragua y  los sandinistas. En España, la propaganda franquista había triunfado a la hora de vender la idea, totalmente falaz, de que se estaba gestando una democracia popular soviética.

¿Y el apoyo sine die?, abunda Ana. No fue exactamente así, Ronald Reagan, percatándose de que la Guerra Fría comenzaba a enfriarse, valga la redundancia, dijo que hasta aquí se había llegado. No habría más apoyos norteamericanos a dictadores iberoamericanos. Pero - no calla Ana - , así como una vez acabada la Guerra Mundial, el dictador aliado pasa a ser un dictador enemigo, ¿cómo es que no hacen esto mismo con Pinochet o Franco? ¿No se podría, por ejemplo, haber dicho: "tendrán nuestro apoyo en la normalización del país y el allanamiento de la senda hacia una reconstruida democracia". Vaya, ¡que se las dan de adalides de la democracia! Al fin y al cabo, ¿no se podía derribar a Allende sin necesidad de lanzar a los opositores al Océano desde vuelos de la muerte? Y yo recuerdo el chiste del dictador africano en Los Simpson: "No hubo derramamiento de sangre. Murieron todos gaseados."

Pues, mira, me replica ella, justo ahora, no me hace gracia.

5 comentarios:

  1. Está muy bien contado, me gusta el ¿recurso? literario de Ana.
    un abrazo "desestabilizador mental"

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  2. Álex, siempre una allegría inmensa verte por aquí. Sobre todo, si es para decir lo bien contada que está en entrada. Es broma. Y hay muy poquito de recurso literario, reproduzco con bastante fidelidad la cena del otro día. Me dije: "ésta va al blog", y aquí está.
    Lo que no pillo es lo del abrazo desestabilizador mental, pero, en todo caso, ¿no tenías otro más normalito? Un abrazo fuerte.

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  3. Creo que desenfocas el problema.

    En primer lugar, cometes el error --pecado para la historiografía-- de razonar post festum o, en castizo, a toro pasado. La visión que de Stalin se podía tener en los años treinta, por muy brutal que fuese, no se identifica con la del dictador sanguinario de hoy. Ten en cuenta que en el concierto europeo que estaba en trance de disolverse por completo la violación permanente de los derechos humanos, ya fuese realizada por la Rusia zarista o por la misma Inglaterra y su cordón sanitario antibolchevique --que también costó vidas humanas, como sabes--, era parte del juego, y no una abominación. Primaban más bien principios como el de la soberanía estatal o la independencia que hacían perfectamente factible aliarse con un dictador odiado por bolchevique y supresor de la propiedad privada, pero no por unos atropellos criminales que entonces eran más desconocidos.

    En segundo lugar, la comparación que realizas es desproporcionada: por un lado, aliarse estratégicamente con Stalin para derrotar a Hitler; y por otro, propiciar, sostener y subvencionar golpes de estado, matanzas y dictaduras contra gobiernos legítimos o movimientos guerrilleros comunistas. En un caso se combatía una determinada hegemonía en suelo europeo, en el otro se defendía la propiedad privada e industrial frente a su socialización más o menos violenta y más o menos democrática. Poco o nada que ver, ya te digo.

    Pero en tercer lugar, es que la intervención de los EU en las dictaduras latinamericanas la desajustas notablemente. No se inscribe, como pretendes, solo en la lógica de la guerra fría, como una defensa dolorosa de la libertad en Latinoamérica frente al enemigo eslavo que amenazaba con establecerse por allí. Al menos defiendes que ese tipo de giros pertenecen más bien a la rentable neurosis y propaganda anticomunista. Los tiros, nunca mejor dicho, procedían en buena parte de otro lado, en concreto de una tradición mayor, que arranca con la doctrina de Monroe y que coloca a los EU en una posición de Estado que tutela a los países del centro y del sur del continente porque allí tiene radicados sus intereses económicos.

    Un jurista de altura, para nada sospechoso de izquierdoso, dejó escrito lo siguiente en relación a los tratados de EU con Cuba y Panamá de 1903: 'Surge de este modo el tipo moderno de tratado internacional de intervención. El control y dominio político consiste en intervenciones, mientras que el status quo queda garantizado. El Estado controlador tiene derecho a intervenir en las circunstancias del Estado controlado para la protección de la independencia o de la propiedad privada, para la conservación del orden y de la seguridad, para la salvaguardia de la legitimidad y legalidad de un Gobierno o por otros motivos, sobre cuya existencia decide en Estado controlador según su criterio'

    Por otro lado, lo que a los EU sigue importándole la democracia en Latinoamérica lo muestra, por ejemplo, su relación con Colombia, la más contumaz agresora de los derechos humanos básicos en toda la región. Si Chávez hiciese una mínima parte de lo que Uribe patrocina ya habrían tenido la excusa para una intervención militar.

    Ah! Y muy bien por Ana, porque, en efecto, el chiste en ese contexto carece por completo de gracia...

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  4. Lo que se jugaba en el tablero de ajedrez de postguerra era, evidentemente, la supervivencia de un sistema, la economía de mercado frente al modelo de economía planificada. También se jugaban las superpotencias el control del mundo. Las alianzas inconfesables responden a criterios de geoestrategia más que a posturas éticas o de ideología. A veces los valores democráticos se postponen para dar prioridad a valores de puro control.
    Lo cual no quiere decir que sea aceptable, sobre todo cuando la democracia más vieja del mundo apoya a dictadores.
    Un saludo.

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  5. Habría que escribir un blog entero para contestar tan enjundiosos comentarios. Doy unas pinceladas:

    1. No es hacer presentismo aseverar que los aliados sabían perfectamente con quién se encamaban. Admito, no obstante, que la conculcación de derechos humanos era una constante, por eso se miraba peor a Stalin por bolchevique que por sanguinario. (La cuestión interesante, en todo caso, es: ¿hasta qué punto se encamaron? ¿No sucede más bien que Hitler invade a ambos, simplemente? Quiero decir: ¿Y si Hitler no hubiera invadido Rusia?)

    2. Cuando Zapatero afirmó hace poco que los EE.UU. deben dejar de creerse un país con una misión para ser un país más, estoy de acuerdo con lo descriptivo: EE.UU. han asimilado que tienen una misión, que es la de luchar contra el socialismo y, si puede ser, también llevar la democracia y los derechos humanos. Por lo tanto, no lo estoy con lo valorativo. Yo no sólo les reprocho a Pinochet, también les agradezco los muertos que han puesto en las guerras mundiales, Yugoslavia o Afganistán.

    Y mira que les ha costado asimilar eso; ya dije en alguna entrada que siempre han sido un imperio acomplejado por serlo. No hay más que ver cómo los presidentes tuvieron que engañar a su población para intervenir en las guerras mundiales.

    3. Por supuesto que el apoyo de la democracia más consolidada del mundo a dictadores en América del Sur responde a la lógica de la Guerra Fría. (Actualmente, en el mundo de civilizaciones y multipolar, la cuestión es más compleja).

    4. Nótese cuál era la doctrina Monroe: América para los americanos. La idea es: que Europa se las arregle, con sus guerras innúmeras, como bien pueda y, eso sí, cuidadito con venir de nuevo a por más colonias a este continente. Como dice el propio jurista mencionado: EE.UU se creyó con derecho a intervenir para defender la independencia y la propiedad privada.

    5. ¿Tienen un papel importante los intereses económicos en las decisiones políticas de EE.UU? Obviamente, como en las de cualquier Estado.

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