martes, 30 de marzo de 2010

Balseros - la otra vida tenía un precio -

Balseros es un documental excepcional. Fue obra de la televisión catalana, TV3, que siguió las peripecias de siete balseros cubanos. Primero en la isla, preparando la huida y, después, tras la consumación de ésta, en EE.UU. Los hechos transcurren en el verano de 1994. Se filmó, incluso, en Guantánamo, donde algunos de ellos pasaron una temporada. El documental adquiere la categoría de sublime por la hazaña de localizar a estos siete refugiados siete años después de haber pisado tierra estadounidense. El espectador puede ver, entonces, qué fue de siete almas venidas del paraíso socialista en la jungla del capitalismo salvaje. Hay de todo. Y, descuiden, no introduciré spoiler alguno aquí: sigan leyendo. Les invadirá, eso sí, la sensación de que, desde luego, los caminos del Señor son inescrutables.

El documental comienza con las palabras de uno de los aspirantes a prófugo, donde cuenta que "el verano de 1994 fue un verano muy fuerte en Cuba". Resulta que "al caerse la Unión Soviética, hubo un declive en Cuba, en la economía, totalmente; entonces el pueblo cubano se cansó, se cansó, estaba ya cansado de tanta escasez, de tanta falta de esto, falta de lo otro." Aparece entonces Fidel Castro afirmando que dará instrucciones a los guardacostas para que no impidan la salida de las embarcaciones hacia EE.UU., y un grupo de pro-castristas gritando "que se vayan, que se vayan".

Se pueden ver, también, las colas ante la Embajada de EE.UU., y la consiguiente frustración, e ira, cuando ésta no suelta de buenas a primeras el visado. "La única opción que me queda es tirarme al mar, se lo digo pra que lo sepan", sentencia circunspecto otro futuro balsero, cuya embarcación, nos cuenta, lleva el nombre de su hija, que, con su madre, atravesó ya el estrecho de Florida. Y se van las gentes a acompañar a los balseros hasta la costa, en una procesión jubilosa y multitudinaria - "parecía que se iba una personalidad a nivel mundial", dice otra futura emigrada - .

EE.UU., como se sabe, no dedica, a pesar de sus grandes desigualdades sociales (o quizá por ello), grandes presupuestos para la lucha contra la pobreza. Su gasto social en personas no mayores es, en concreto, del 2'8% (del PIB); el siguiente más bajo en la OCDE es el de Gran Bretaña, y es ya del 6'4%; Alemania, por ejemplo, lo tiene en el 8'9%; Canadá en el 6%. La añorada Suecia, en el 12'6%. (Datos del año 2000, pero han variado poco). Ahora bien, viendo el documental, pensaría uno que ni falta que les hace dedicar más. La acogida de los inmigrantes por organizaciones religiosas resulta espectacular. Una pareja, por ejemplo, es ubicada en una enorme casa, estado de Connecticut, cuyo alquiler, según les explican, lo tienen pagado por la organización hasta que ellos encuentren un trabajo, incluídos los recibos de agua, luz, calefacción y teléfono. A partir de ese momento, ellos se habrán de hacer cargo de los gastos progresivamente. (Tiempo después, la casa, se nos dice, es ocupada por inmigrantes de Kosovo).

Pero la protección castrista queda ahora lejos y algunos de ellos se resienten. Una mujer relata que su primer trabajo, en Miami, implicaba trabajar los siete días de la semana y, económicamente, "no daba". "Ahí me di cuenta", añade, "de que este país es duro, demasiado duro, diría yo". 

Hay una conversación de una pareja que no tiene desperdicio.Ella no lleva bien el sistema capitalista, él parece deseoso de trabajar y ahorrar. Miran coches de segunda mano. Ella apuesta por uno que a él le parece demasiado caro. Se produce un tira y afloja. Ella dice que se aburre y que precisa, urgentemente, un coche para ir a algún sitio a bailar.
Ella:  Cuando tengamos un carro, entonces dirás "no se puede gastar dinero, Misclaia, porque mira, este mes hay que pagar el seguro del carro, hay que pagar la casa, hay que pagar el teléfono, hay que pagar esto, hay que guardar dinero. No podemos salir este fin de semana. Y la semana que viene hay que pagar el seguro del carro, hay que pagar esto, hay que pagar lo otro, hay que pagar aquí y hay que pagar allá. No se puede salir".
Él: Y en Cuba, ¿qué tenías en Cuba? Na'. No tenías carro, no tenías casa, no tenías libertad. Aquí llevamos 7 meses. 
Ella: Pero me metía en una discoteca y bailaba; me iba para la playa, con una bicicleta, pero me iba.
Él: La vida esta tiene un precio.

Él encontrará trabajo, posteriormente, en un taller. Cuando acarrea la cámara del neumático de un camión, dice: "Los americanos no se creen que yo vine en un tubo como éste. Se lo digo y me dicen que eso es mentira. Tengo ganas de tener la foto para enseñárselo".

miércoles, 24 de marzo de 2010

Viena: el Belvedere, el Diktat y Obama al fondo

Era un apacible día de verano, con un sol tibio y un frescor que ya anuncia otoño, cuando paseábamos Ana y yo por el Belvedere vienés. Un magnífico palacio barroco situado a un paseo, largo pero recomendable, desde el mismo centro de la ciudad.

Cuando en 1919, Alemania decide poner fin a la I Guerra Mundial - Ludendorff había comunicado a sus superiores que, si bien la guerra estaba ganada por el Este, estaba perdida por el Oeste y económicamente - , se sella la aniquilación del Imperio Austro-Húngaro, que se hundirá junto a su germánico compañero de viaje. 

Todo fue un engaño. Cuando los alemanes (léase Ludendorff y el gobierno) deciden nombrar un gabinete civil para comenzar las negociaciones de paz con los EE.UU., éstos dan por hecho que, dados los 14 puntos del presidente Wilson, ni las fronteras alemanas serían variadas, ni Austria-Hungria habría de sufrir excesivas modificaciones. Alemanes y austrohúngaros deconocían El Comentario

Los yanquis saben hacer las cosas. Wilson había organizado durante la guerra una comisión de expertos, sacados de las universidades, que se reunía en el edificio de la American Geographical Society, en Nueva York. Éstos hicieron tan bien su trabajo que se dice que, sobre muchas cuestiones, conformaban la única fuente fiable de información y razonable de opinión. El diplomático británico Harold Nicolson llegó a decir: "Si el tratado de Paz hubiera sido redactado por los expertos americanos, habría sido uno de los documentos más sabios y científicos jamás realizados". 

Pero, ay, El Comentario. Wilson había pergeñado sus 14 puntos él solito, pero éstos no entusiasmaron a sus colegas de contienda. En octubre de 1918, una comisión norteamericana se había reunido con Clemanceau y Lloyd George. Éstos expresaron sus dudas al programa wilsoniano y los yanquis apuntaron las correcciones franco-británicas con la forma de "El Comentario", que inmediantamente se le envió a Wilson, claro. El Comentario preludiaba Versalles. Básicamente implicaba el descuartizamiento de Austria-Hungria, la pérdida de las colonias alemanas, el pago por parte de Alemania de cuantiosas reparaciones de guerra y la partición de Prusia con el corredor de Danzig/Gdansk. Así comenzaba la historia del Diktat. Nada que ver con la paz sin ganadores y perdedores preconizada por Wilson. 

A partir de ahí: (a) el florecimiento del nacionalismo en Europa. El imperio Austrohúngaro da a luz innumerables naciones, ya que convivían bajo su techo millones de germanos, magiares, rumanos,  eslovacos, polacos, serbios y croatas, cientos de miles de italianos y ladinos; (b) la ira de una Alemania resentida: la guerra, de acuerdo, estaba perdida, pero el corredor de Danzig sí era una auténtica puñalada por la espalda; (c) el socialismo de guerra ya nunca más recularía, había llegado para no marcharse. Incluso en EE.UU.

Y una prueba más de esto, de (c), por cierto, lo proporciona el que Obama haya aprobado su reforma sanitaria. Por supuesto, nada que ver con una sanidad a la española, se tratará más bien de una a la alemana, basada en compañías aseguradoras, como hasta ahora. Los americanos tendrán, por primera vez en la historia, todos sin excepción, cobertura sanitaria. A cambio, claro, suben los impuestos, en concreto los de las rentas altas y empresas. Soy de los que piensan, a la luz de los hechos, que el mercado (de aseguradoras) no funcionaba de forma eficiente: la sanidad en EE.UU. es tan cara que muchísimas rentas medias no tienen acceso a muchos tratamientos (relativamente comunes, como los del cáncer). Ahora bien, la idiosincrasia yanqui es la que es (¡recuerden a Toqueville!). De hecho, en un país tan enorme, de desigualdades sociales acentuadas y de insondables complejidades psico y sociológicas es previsible lo que sucederá. El sistema, mal que bien, se implantará. Algunos estados se harán los remolones. Habrá mejoría para muchos ciudadanos y otros muchos percibirán que no ha cambiado gran cosa. (Me baso en Massachusetts, donde ya existe algo como lo que acaba de aprobarse). Y Obama, o bien cosecha grandes éxitos durante el resto del mandato (Palestina, Afganistán, Irak, Irán, reforma educativa, recesión económica) o quedará marcado por la mácula de la subida de impuestos. Las aventuras fiscales, Barack, se pagan en tu país como en ningún otro. 

La reforma sanitaria fue aprobada por 219 votos contra 212. ¿Acusarán en el futuro a Obama de ser el artífice de un Diktat? Quizás incluso, en breve, tengan que añadirle a la reforma Un Comentario.

jueves, 18 de marzo de 2010

¿Qué es un Maibaum? - Socialdemocracia y Capitalismo: historia y presente -

Maibaum - algo así como "el palo de mayo" - se llama esta especie de poste de colores que se alza junto a Ana. Su auténtica raison d'être son esas ramas horizontales sobre las que se posan escenas típicas de la vida cotidiana. Es, aún actualmente, algo tradicional de muchos pueblos de los Alpes alemanes. Tan tradicional en Alemania como la misma socialdemocracia. 

Está claro que será imposible ponerse de acuerdo sobre el origen de la actual crisis económica (como de la del '29); en especial sobre si debemos aceptar la repetida idea de que se debe al capitalismo desatado o no. Y lo será porque primero deberíamos ponernos de acuerdo sobre cuándo un sistema cuenta como capitalismo desatado o cuando ya comienza a haber considerable - o, incluso, excesiva - regulación. Es sintomático, supongo, que mientras que muchos culpan a este capitalismo desregulador de la crisis, otros hallan el culpable en un sistema que consideran digno de planificación soviética: la forma en que se crea y se pone en circulación el dinero, es decir, con un precio marcado por los bancos centrales. 

He oído a Gabriel Tortella alguna vez aseverar que aunque se suele considerar la revolución rusa y la caída del muro como las grandes revoluciones del siglo XX, la auténtica revolución ha sido la implantación del Estado del Bienestar, esto es, el triunfo de la socialdemocracia tras la II Guerra Mundial en gran parte de Occidente - y en la Europa Oriental tras el '89 - .

Hablaba en la entrada anterior del nivel de estatalización de la economía alcanzado por la Italia fascista; el de la Alemania nazi fue aún más drástico. Los nazis instauraron un auténtico Estado del Bienestar. Prácticamente todas las consignas de la actual socialdemocracia se llevaron a cumplimiento por Hitler. Algún día me detendré en eso. Ahora quería subrayar el hecho de que, una vez acabada la II Guerra, con Europa y buena parte del norte de África devastadas y 40 millones de muertos, el diagnóstico que se realizó unánimemente fue que la Guerra había sido la hija de la Gran Depresión, que, a su vez, era hija del capitalismo desatado. Hay, entonces, consenso en mantener el mercado a raya desde el Estado. Y no sólo se da este consenso en la izquierda, los liberal-conservadores europeos lo comparten también. El programa de la CDU de 1947 dice: "La nueva estructura de la economía alemana debe comenzar por el reconocimiento de que el periodo de la dominación irrestricta del capitalismo privado ha llegado a su fin". 

Incluso los americanos, a quienes la guerra les pilló geográficamente lejos pero que, finalmente, acabó también por ser su guerra, compartieron la idea básica. Cierto que intentaron reconstruir Europa sobre la base del libre mercado, pero no ya de un capitalismo fuerte, ni tan siquiera parecido al de ellos. El Secretario del Tesoro, Henry Morgenthau, decía en la apertura de la conferencia de Bretton Woods que "los gobiernos nacionales deben ser capaces de hacer más para proteger a la gente de los efectos malignos del capitalismo". Suena raro en boca de un yanqui. Y Secretario del Tesoro. 

¿Qué sucede con la socialdemocracia actualmente? Ignacio Ramonet, un gran adalid, se muestra pesimista:

"Por sus propios abandonos, abjuraciones y renuncias, a la socialdemocracia europea le toca hoy verse arrastrada hacia el sepulcro. (...) En 2002, los socialdemócratas gobernaban en 15 países de la UE. Hoy, a pesar de que la crisis financiera ha demostrado el impasse moral , social y ecológico del ultraliberalismo, ya sólo gobiernan en 5 Estados (España, Grecia, Hungría, Portugal y Reino Unido). No han sabido sacar provecho del descalabro neoliberal. Y los Gobiernos de 3 de esos países - España, Grecia y Portugal -, atados por los mercados financieros y afectados por la "crisis de la deuda"- se hundirán en un descrédito e impopularidad aún mayores cuando empiecen a aplicar, con mano de hierro, los programas de austeridad y las políticas antipopulares exigidas por la lógica de la UE y sus principales cancerberos".

No soy tan pesimista respecto a la socialdemocracia como Ramonet - ni tan siquiera con la socialdemocracia considerada, como él hace, como los partidos socialistas - . No hay más que recordar las últimas elecciones europeas: si bien el partido liberal obtuvo buenos resultados, lo que les permitió estar ahora en el gobierno, mejores fueron los de Die Linke. La petición de un Estado del Bienestar más robusto convenció a más del 11% del electorado; los liberales a algo más del 9%.

Bueno, Ramonet más que la socialdemocracia defiende el socialismo puro, y acaba su articulo con un brindis a "tanta pujanza  y tanta creatividad" desplegada en el socialismo del siglo XXI, el de Bolivia, Ecuador y Venezuela. Para pujanza y creatividad la del Maibaum, tan horteramente bonito, que se alza tras Ana.

viernes, 12 de marzo de 2010

Fascismo y Socialismo y más, de nuevo desde Múnich

Ana observa la plaza de Múnich en la que se conserva una fotografía de un Hitler bien visible entre una multitud. Multitud que celebraba el anuncio del estallido de la guerra, la que sería la I Guerra Mundial. Corría el verano de 1914 y Austrohungría y Alemania acababan de declarar la guerra a Rusia. Tras unos años, una Europa hundida y más de 10 millones de muertos.

En esa misma ciudad, Múnich, como se sabe, Hitler intentaría unos años después (1923) un golpe de Estado, el conocido como Putsch de la Cervecería (no se molesten en buscarla, no existe ya). 

En realidad, por repugnancia que pueda ocasionar el fascismo, nuestros actuales Estados del Bienestar se fundaron en gran parte a partir de sus ideas. En España, como es bien sabido, la Seguridad Social es un invento franquista, pero la cuestión va más allá: grandes teóricos de la socialdemocracia vieron el fascismo como la encarnación de sus ideas económicas. Y tengo en la cabeza a dos grandes teóricos de la socialdemocracia: Hendrik de Man y Marcel Déat. En una época - hablo de comienzos de los '30 - en la que la izquierda se hallaba enquistada en el debate ortodoxia-revisionismo y, parecía (como sucedió) que la democracia liberal se hallaba al borde del colapso, estos teóricos miraron hacia el fascismo y... les gustó lo que vieron. 

Bueno, al fin y al cabo, no es ningún secreto que Mussolini venía del socialismo. Yo recomiendo echarle un vistazo al Programa del Partido Nacional Fascista (el italiano, claro) de 1921: socialdemocracia en estado puro. Se reconocía la "sociedad nacional" como la más fundamental "forma de organización social". Se enfatizaba la necesidad de reducir el conflicto entre clases, para promover la "solidaridad nacional". Y, si bien se hablaba de abolir la "herrumbrosa, cara e improductiva maquinaria de control estatal, social y municipal", y prometía diversas privatizaciones, advertía de que se precisaba "restaurar el principio ético de que los gobiernos han de administrar la riqueza como función de los intereses supremos de la nación", y se anunciaba un conjunto cuantioso de prestaciones sociales. El resultado fue que, cuando se declara la II Guerra, el control estatal sobre la economía en Italia sólo tenía parangón en la URSS. En la agricultura, por ejemplo, se había eliminado de cuajo el mercado, dado que existía un sistema de precios y cuotas establecidos por ley. Fue entonces, y no con Giddens, que se comenzó a oír lo de la tercera vía - entre el laissez-faire liberal y el comunismo soviético - . El propio Mussolini afirmó que el sistema corporativista italiano ofrecía una solución "a la cuestión social del siglo XX". 

Lo auténticamente clave en esto es que esta tercera vía fue bien vista tanto por la derecha como por la izquierda, y de ahí podemos derivar el consenso que, andando los años, se ha dado en gran parte de Occidente, o, al menos, Europa, en torno a un sistema de economía mixta. 

En Alemania se repite la jugada - aunque allí con el añadido anti-semita - . Strasser, la gran figura entre los nazis, decía: "Este gran anhelo anti-capitalista que recorre nuestra nación y que ha alcanzado a quizás el 95% de nuestro pueblo es interesante y valioso. Y añadía que el estado no debe nunca preguntar: ¿tengo el dinero para eso?, sino que hay una única pregunta: ¿para qué debo usar el dinero? Siempre hay dinero para crear empleo y como último recurso se debe usar la creación productiva de crédito (o sea: déficit), que se halla, economicamente, completamente justificado".

Pero, ¿por qué crear sólo empleo desde el Estado y no, también, felicidad?

"La era de la felicidad personal concluyó. Lo que le añadimos es la aspiración a una felicidad de la comunidad.(...) Todos esos ciegos que nos rodean quedan hipnotizados con la superficial codicia que les es familliar; se adhieren a la propiedad, a la renta, al rango social y a otras riquezas pasadas de moda. (...) Lo que ignoran es que ellos mismos entraron en un sistema nuevo, como en el engranaje de un mecanismo irresistible: no saben que los estamos amasando y transformando. ¿Una vez más, qué significa la propiedad y la renta? ¿Qué necesidad tenemos de socializar bancos y fábricas? Socializamos a los hombres."

Adolf Hitler. Pero ya desde Berlín, lejos de Múnich, lejos de Baviera.

jueves, 4 de marzo de 2010

Revisitando a mi amigo el liberal - ni anarco ni igualitarista: clásico -

Trinity College, en Dublín, es una universidad, no una catedral y, sin embargo, aloja cosas como la de la fotografía. Es, el Trinity, de lo más bonito que encuentra uno en Dublín, una ciudad, por lo demás, pequeña y con pocos atractivos para el visitante. Alberga el Trinity, claro, una estatua de Edmund Burke, a quien mi amigo el liberal - de quien ya he hablado aquí - critica en sus conferencias. Tuve, el otro día, ocasión de oirlo en una nueva charla, que alguien se ha encargado de resumir.(Ábranse, a partir de aquí, comillas, que sólo habrán de cerrarse al final.Las cursivas responden a oraciones literales del ponente.)

La teoría económica de Adam Smith no fue nunca satisfactoria, ni tan siquiera para explicar su propia época y país. Esto se debe, en gran medida, al oneroso peso que sobre el pensamiento económico posee la teoría del valor-trabajo, esto es, de que sólo el factor trabajo genera riqueza (añade plusvalía a una mercancía o servicio).

Esta idea aparece tanto en Adam Smith, Locke o, por supuesto, Marx. Esto, a su vez, lleva a pensar que existen actividades productivas (como la agricultura) y actividades improductivas (como los servicios).

Y tercer error al que A. S. se ve arrastrado por la teoría del valor- trabajo: la idea de que existe una especie de precio natural de las cosas.

Una vez dicho esto, el ponente delineó las diferencias fundamentales entre un pensamiento conservador (como Burke) y uno liberal. La clave estaría en que el conservador se esfuerza por mantener el statu quo, un cierto consenso moral dentro de una sociedad. La función del Estado sería, aquí, la de controlar y encauzar dichos cambios. Así, existirán conservadores más apegados a la idea del Estado como controlador (los neocon) o más dispuestos a admitir el papel de simple encauzador (como Fukuyama) pero, en todo caso, se defiende un Estado que garantice un orden social lo más armonioso posible.

El liberal, en cambio, no teme la ruptura del orden social. El liberal no sueña – en clara diferencia, por ejemplo, al cada vez más conservador Sartori – con una sociedad donde impere una única moral (ni tan siquiera lo considera deseable). El monismo moral es falso.

En esta tradición liberal se distinguió entre tres corrientes:

1)   Anarcoliberalismo. Éste rechaza la existencia del Estado. La propiedad privada (o la vida o lo que se deba proteger) se protege mediante asociaciones voluntarias de los ciudadanos o contratadas por éstos. Pero, como ya señalara Nozick, esto al final conllevaría la aparición del Estado. O, simplemente, que la vida se convierta en la lucha de diferentes mafias por tomar el poder absoluto. Los problemas de acción colectiva conllevan, ineludiblemente, la aparición del Estado.

El Estado, según el ponente, surge en una colectividad medianamente grande y compleja de manera natural, como surge el dinero (en Auschwitz el tabaco hizo dicha función), la escritura o el Derecho. Este liberalismo se califica, pues, siguiendo a Buchanan de “espejismo conceptual”.

2)   Liberalismo igualitarista. (El de los liberals norteamericanos). Se busca una cierta igualdad entre los ciudadanos; los valores morales que hacen de guía son, especialmente, éstos: imparcialidad, dignidad, respeto y fraternidad.

El problema con este liberalismo es que la igualdad es una pasión insatisfacible. ¿Dónde permitiremos algún tipo de disigualdad? Porque: ¿son todas las desigualdades injustas? Alimentar al hambriento no es necesariamente un acto justo.

El camino de este liberalismo sabemos a dónde conduce: Eliminar todas las desigualdades supone un Estado que crecerá sin fin.

3)   Liberalismo clásico. Este se caracteriza por considerar la política como una actividad más entre muchas – está bien que haya gente a quien le interese la política, pero está bien, también, que haya gente a quien le interese más la oncología – . El Estado debe limitarse a asegurar que los individuos pueden dedicarse a lo que desean sin sufrir interferencias de otros individuos.

Este liberalismo parte de un pesimismo antropológico: la naturaleza humana es la que es y no es perfectible, pero los comportamientos dependen, en una grandísima medida, del contexto dado. ¿Eran los chinos antes gandules y un día su naturaleza se trocó en hacendosa? No, se vieron inmersos en un contexto capitalista que les llevó a trabajar como lo hacen en busca del beneficio buscado.

Este liberalismo defiende enconadamente la inevitabilidad (¿deseabilidad?) de que en una sociedad extensa se den diferentes concepciones de una vida plena y buena y diferentes respuestas a problemas sociales y políticos. Es por esto que el disenso en política es inevitables (¿positivo?) y no se debe intentar mitigar. Se ofrece el ejemplo de UPyD: ¿a qué tanta insistencia en que los 2 grandes partidos lleguen a pactos; no está claro que no parten de los mismos supuestos y, simplemente, deben gobernar cuando les toque siguiendo sus ideas? UPyD representa, como la mayoría de totalitarismos de toda laya ideológica - y salvando el abismo entre ambos - , la superación de la política como sueño de la razón.

Mi amigo el liberal, en el turno de preguntas, expresó su opinión, también, sobre el actual sistema educativo español - de sus palabras se desprende que no le parece haber alcanzado un nivel de exigencia óptimo - : es una mierda, dijo.