miércoles, 24 de marzo de 2010

Viena: el Belvedere, el Diktat y Obama al fondo

Era un apacible día de verano, con un sol tibio y un frescor que ya anuncia otoño, cuando paseábamos Ana y yo por el Belvedere vienés. Un magnífico palacio barroco situado a un paseo, largo pero recomendable, desde el mismo centro de la ciudad.

Cuando en 1919, Alemania decide poner fin a la I Guerra Mundial - Ludendorff había comunicado a sus superiores que, si bien la guerra estaba ganada por el Este, estaba perdida por el Oeste y económicamente - , se sella la aniquilación del Imperio Austro-Húngaro, que se hundirá junto a su germánico compañero de viaje. 

Todo fue un engaño. Cuando los alemanes (léase Ludendorff y el gobierno) deciden nombrar un gabinete civil para comenzar las negociaciones de paz con los EE.UU., éstos dan por hecho que, dados los 14 puntos del presidente Wilson, ni las fronteras alemanas serían variadas, ni Austria-Hungria habría de sufrir excesivas modificaciones. Alemanes y austrohúngaros deconocían El Comentario

Los yanquis saben hacer las cosas. Wilson había organizado durante la guerra una comisión de expertos, sacados de las universidades, que se reunía en el edificio de la American Geographical Society, en Nueva York. Éstos hicieron tan bien su trabajo que se dice que, sobre muchas cuestiones, conformaban la única fuente fiable de información y razonable de opinión. El diplomático británico Harold Nicolson llegó a decir: "Si el tratado de Paz hubiera sido redactado por los expertos americanos, habría sido uno de los documentos más sabios y científicos jamás realizados". 

Pero, ay, El Comentario. Wilson había pergeñado sus 14 puntos él solito, pero éstos no entusiasmaron a sus colegas de contienda. En octubre de 1918, una comisión norteamericana se había reunido con Clemanceau y Lloyd George. Éstos expresaron sus dudas al programa wilsoniano y los yanquis apuntaron las correcciones franco-británicas con la forma de "El Comentario", que inmediantamente se le envió a Wilson, claro. El Comentario preludiaba Versalles. Básicamente implicaba el descuartizamiento de Austria-Hungria, la pérdida de las colonias alemanas, el pago por parte de Alemania de cuantiosas reparaciones de guerra y la partición de Prusia con el corredor de Danzig/Gdansk. Así comenzaba la historia del Diktat. Nada que ver con la paz sin ganadores y perdedores preconizada por Wilson. 

A partir de ahí: (a) el florecimiento del nacionalismo en Europa. El imperio Austrohúngaro da a luz innumerables naciones, ya que convivían bajo su techo millones de germanos, magiares, rumanos,  eslovacos, polacos, serbios y croatas, cientos de miles de italianos y ladinos; (b) la ira de una Alemania resentida: la guerra, de acuerdo, estaba perdida, pero el corredor de Danzig sí era una auténtica puñalada por la espalda; (c) el socialismo de guerra ya nunca más recularía, había llegado para no marcharse. Incluso en EE.UU.

Y una prueba más de esto, de (c), por cierto, lo proporciona el que Obama haya aprobado su reforma sanitaria. Por supuesto, nada que ver con una sanidad a la española, se tratará más bien de una a la alemana, basada en compañías aseguradoras, como hasta ahora. Los americanos tendrán, por primera vez en la historia, todos sin excepción, cobertura sanitaria. A cambio, claro, suben los impuestos, en concreto los de las rentas altas y empresas. Soy de los que piensan, a la luz de los hechos, que el mercado (de aseguradoras) no funcionaba de forma eficiente: la sanidad en EE.UU. es tan cara que muchísimas rentas medias no tienen acceso a muchos tratamientos (relativamente comunes, como los del cáncer). Ahora bien, la idiosincrasia yanqui es la que es (¡recuerden a Toqueville!). De hecho, en un país tan enorme, de desigualdades sociales acentuadas y de insondables complejidades psico y sociológicas es previsible lo que sucederá. El sistema, mal que bien, se implantará. Algunos estados se harán los remolones. Habrá mejoría para muchos ciudadanos y otros muchos percibirán que no ha cambiado gran cosa. (Me baso en Massachusetts, donde ya existe algo como lo que acaba de aprobarse). Y Obama, o bien cosecha grandes éxitos durante el resto del mandato (Palestina, Afganistán, Irak, Irán, reforma educativa, recesión económica) o quedará marcado por la mácula de la subida de impuestos. Las aventuras fiscales, Barack, se pagan en tu país como en ningún otro. 

La reforma sanitaria fue aprobada por 219 votos contra 212. ¿Acusarán en el futuro a Obama de ser el artífice de un Diktat? Quizás incluso, en breve, tengan que añadirle a la reforma Un Comentario.

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