Ana observa la plaza de Múnich en la que se conserva una fotografía de un Hitler bien visible entre una multitud. Multitud que celebraba el anuncio del estallido de la guerra, la que sería la I Guerra Mundial. Corría el verano de 1914 y Austrohungría y Alemania acababan de declarar la guerra a Rusia. Tras unos años, una Europa hundida y más de 10 millones de muertos.
En esa misma ciudad, Múnich, como se sabe, Hitler intentaría unos años después (1923) un golpe de Estado, el conocido como Putsch de la Cervecería (no se molesten en buscarla, no existe ya).
En realidad, por repugnancia que pueda ocasionar el fascismo, nuestros actuales Estados del Bienestar se fundaron en gran parte a partir de sus ideas. En España, como es bien sabido, la Seguridad Social es un invento franquista, pero la cuestión va más allá: grandes teóricos de la socialdemocracia vieron el fascismo como la encarnación de sus ideas económicas. Y tengo en la cabeza a dos grandes teóricos de la socialdemocracia: Hendrik de Man y Marcel Déat. En una época - hablo de comienzos de los '30 - en la que la izquierda se hallaba enquistada en el debate ortodoxia-revisionismo y, parecía (como sucedió) que la democracia liberal se hallaba al borde del colapso, estos teóricos miraron hacia el fascismo y... les gustó lo que vieron.
Bueno, al fin y al cabo, no es ningún secreto que Mussolini venía del socialismo. Yo recomiendo echarle un vistazo al Programa del Partido Nacional Fascista (el italiano, claro) de 1921: socialdemocracia en estado puro. Se reconocía la "sociedad nacional" como la más fundamental "forma de organización social". Se enfatizaba la necesidad de reducir el conflicto entre clases, para promover la "solidaridad nacional". Y, si bien se hablaba de abolir la "herrumbrosa, cara e improductiva maquinaria de control estatal, social y municipal", y prometía diversas privatizaciones, advertía de que se precisaba "restaurar el principio ético de que los gobiernos han de administrar la riqueza como función de los intereses supremos de la nación", y se anunciaba un conjunto cuantioso de prestaciones sociales. El resultado fue que, cuando se declara la II Guerra, el control estatal sobre la economía en Italia sólo tenía parangón en la URSS. En la agricultura, por ejemplo, se había eliminado de cuajo el mercado, dado que existía un sistema de precios y cuotas establecidos por ley. Fue entonces, y no con Giddens, que se comenzó a oír lo de la tercera vía - entre el laissez-faire liberal y el comunismo soviético - . El propio Mussolini afirmó que el sistema corporativista italiano ofrecía una solución "a la cuestión social del siglo XX".
Lo auténticamente clave en esto es que esta tercera vía fue bien vista tanto por la derecha como por la izquierda, y de ahí podemos derivar el consenso que, andando los años, se ha dado en gran parte de Occidente, o, al menos, Europa, en torno a un sistema de economía mixta.
En Alemania se repite la jugada - aunque allí con el añadido anti-semita - . Strasser, la gran figura entre los nazis, decía: "Este gran anhelo anti-capitalista que recorre nuestra nación y que ha alcanzado a quizás el 95% de nuestro pueblo es interesante y valioso. Y añadía que el estado no debe nunca preguntar: ¿tengo el dinero para eso?, sino que hay una única pregunta: ¿para qué debo usar el dinero? Siempre hay dinero para crear empleo y como último recurso se debe usar la creación productiva de crédito (o sea: déficit), que se halla, economicamente, completamente justificado".
Pero, ¿por qué crear sólo empleo desde el Estado y no, también, felicidad?
"La era de la felicidad personal concluyó. Lo que le añadimos es la aspiración a una felicidad de la comunidad.(...) Todos esos ciegos que nos rodean quedan hipnotizados con la superficial codicia que les es familliar; se adhieren a la propiedad, a la renta, al rango social y a otras riquezas pasadas de moda. (...) Lo que ignoran es que ellos mismos entraron en un sistema nuevo, como en el engranaje de un mecanismo irresistible: no saben que los estamos amasando y transformando. ¿Una vez más, qué significa la propiedad y la renta? ¿Qué necesidad tenemos de socializar bancos y fábricas? Socializamos a los hombres."
Adolf Hitler. Pero ya desde Berlín, lejos de Múnich, lejos de Baviera.
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