miércoles, 3 de febrero de 2010

Keynesianismo a orillas del Rin

"¡Es el Rin, estúpido!", parece decir Ana. ¡El Rin! Nimbado de un halo mágico, tenebroso, diríase incluso místico. Hablando de poderes místicos, hace años, a comienzos de los años 30, un socialista alemán, aconsejaba a sus camaradas que abandonaran su estrecho fatalismo marxista, su creencia en los "místicos poderes del mercado" - que lo llevaría a la autodestrucción - y pasaran a la acción. La acción fue un plan diseñado por él, un tal Woytinsky. Se lo conoció como el plan WTB. Se trata de un plan proto-keynesiano, donde se invirtió la friolera de 2 billones de marcos. El grueso del plan se destinaba a crear trabajo "socialmente útil" y, así, a crear la base para una recuperación duradera. Un cierto déficit, se decía, sería necesario al comienzo. Woytinsky hacía hincapié en que el plan ayudaría a "domar" un poco la furia anárquica del mercado y, así, a mejorar la vida de las gentes. Los sindicatos lo acogieron con entusiasmo y afirmaron que urgía una campaña para popularizarlo entre las masas.

Hubo a quienes, dentro del SPD, el plan les pareció cosa de niñas. Se redactó el panfleto de presuntuoso nombre Umbau der Wirtschaft, Reconstrucción de la Economía. Era llegado el momento, según esta facción, de instaurar una economía socialista, y se abogaba por una gran planificación de la economía, nacionalización de los bancos, las aseguradoras y las empresas fundamentales, la expropiación de los mayores emporios, reducción de la semana laboral, diversificación del trabajo, programa de creación de empleo financiado mediante elevados impuestos y créditos forzosos. En febrero de 1932, el SPD llegó a introducir dos propuestas en el Parlamento basadas en el panfleto.

Por cierto, el tal Woytinsky tuvo una vida apasionante y dejó una biografía suculenta - Stormy Passage - . Había llegado desde la Rusia comunista, elaboró el plan citado y huyó de los nazis hacia EE.UU., donde colaboró en el New Deal. Santo Dios, hay gente cuya pasión es gastar el dinero de los demás.

Inevitable una cierta sensación de déjà-vu. Lo cierto es que la obra pública ha sido siempre muy tentadora para la creación de empleo rápido. Ya Hoover, aterrorizado ante la crisis - la gorda, la del '29 - , se lió a construir: el puente de la bahía de San Francisco, el acueducto de Los Ángeles, etc. En todo caso, eran otros tiempos, aunque nuestro SPD patrio parece no haberse enterado.

Resulta que España alcanza ya los 4 millones de desempleados, acaricia la trágica cifra del 20%.  ¿De qué ha servido el Plan E? Cuando un gobierno, ante una crisis económica mundial de la envergadura de la actual dicta, como plan estrella, cambiar las aceras del país, se autocalifica. Tras un gasto público desaforado, ahora, con el agua al cuello, nos subirán el IVA, nos subirán la edad de jubilación y, finalmente, cierran el grifo de los dineros estatales. Con el vergonzoso silencio de los sindicatos, toman medidas que el PP jamás se habría atrevido a tomar. El propio Keynes abogaba por reducir impuestos. Que vendan RTVE, que venda cada comunidad sus canales autonómicos, que no haya más planes E, que se recorten - o elmininen - las subvenciones al cine (y otras cosas), que revisen los conciertos en educación, que se revise el PER,  que se paralice la oferta de empleo público, que se unifiquen títulos universitarios y se cierren facultades; medidas hay, ahora que, tras tantos años, nuestro gobierno, por primera vez, está dispuesto a adoptar alguna  antipopular. Y, así, que nos bajen algún puntito de algún impuesto; basta con retomar aquello de "bajar impuestos también es de izquierdas". Ánimo: si en mercadotecnia política son los jefes. Sólo el trabajo así generado puede resultar estable; el resto se hallará tocado por la artificialidad que siempre ocasiona la economía dirigida.

Mi admirado Antonio Elorza califica a Zapatero de "melifluo pero obstinado". No tiene ideas, pero se mantiene firme en ellas. En sus ocurrencias ocasionales, quiero decir. Pero, por cierto, ¿cómo acabó el plan de economía sostenible de los alemanes de 1931? Al año siguiente, los resultados electorales del SPD fueron los peores desde 1912. Por primera vez desde entonces, no fueron el partido más votado. Los más votados fueron los Nazis.

Ana, ajena a la debacle nacional, señala los castillos en la otra orilla del Rin, con su semblante sombrío. Sombrío como la economía nacional; y ella, riendo, parece decir: "¡Son cuatro millones, estúpido!"

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