jueves, 7 de enero de 2010

Scottish oil for Scottish people!

Dos años, dos, sin conducir por la izquierda; bastante tiempo sin conducir un coche que no sea el mío, que, además, cada vez utilizo menos; y cuando intento recordar cómo se hacía eso de meter las marchas con la izquierda, de hacer las rotondas hacia el lado contrario y de, en definitiva, conducir al revés de como uno lo hace, entonces, para colmo, resulta que está cayendo la mayor nevada de los últimos veinte años en Gran Bretaña. Qué enternecedor regalo.

El trayecto que nos conduce hasta Inverness, que no debía irse más allá de las dos horas, acaba eternizándose, ya que la carretera principal ha sido cerrada al tráfico por la cantidad de hielo que se ha formado. Las máquinas que arrojan la mezcla de sal y arena no habían dado abasto durante la noche y llego a tiempo para ver cómo la policía, cuya furgoneta patina incesantemente, coloca el cartel de Closed Road. Avanzamos por carreteras secundarias del corazón de Escocia; la impresión es la de un país sumido en el caos, especialmente en los pequeños pueblos, que ahora ven sus calles inundadas de los vehículos desviados. Las gentes retiran la nieve de sus puertas a golpe de pala, los coches que han pasado la noche aparcados se encuentran medio cubiertos y también se hace servir la pala con ellos. La conducción resulta peligrosísima, la mayoría de las veces, el freno es de poca ayuda, cuando no claro enemigo. La temperatura no sube durante el trayecto de los -5 y, ya atravesando las Highlands, las Tierras Altas, alcanza los -10. El país entero es una mancha blanca. El paisaje es soberbio, una estampa que, a pesar de la situación apocalíptica, nos deja boquiabiertos.

Las ramas de los abetos sostienen cúmulos blancos, los prados alfombrados de nieve asemejan ahora un océano de algodón y, de entre los árboles, dos enormes ciervos nos observan pasar.

No conozco ningún nacionalismo menos etnicista y más puramente economicista que el escocés. Los escoceses, si bien más afables que el resto de británicos, comparten, más allá de toda duda, la misma cultura con el resto de la isla. Se habla inglés (y sólo inglés), los pubs poseen la misma monótona carta, gusta el cricket, el rugby y los dardos, y la tarde se va entre pintas de cerveza. Entiendo, eso sí, como en el caso catalán, que los escoceses poseen un apego histórico por sus instituciones propias y su autonomía, motivado, quizá, por la constancia del recuerdo de la pérdida de su parlamento a la fuerza (a manos de Cromwell en 1651). Ahora bien, el Parlamento les fue devuelto en 1999, en la llamada "Devolución".

No da la impresión de ser un país inundado de petrodólares. Ni tan siquiera en Aberdeen, la capital de las petrolíferas, en cuya costa se hallan la mayoría de plataformas, se respira opulencia. (La foto es del Mar del Norte desde St. Andrews, un pueblecito precioso que alberga la prestigiosa universidad del mismo nombre). Mi anfitrión en Edimburgo, unos días después, me lo confirma: "Es porque el dinero se ha ido hacia abajo". Le pregunto si, entonces, está de acuerdo con el SNP, con los nacionalistas. "En eso tienen razón; ten en cuenta que podríamos ser un país muy rico, pequeño y con petróleo y whisky". ¿Entonces mejor una Escocia fuera del Reino Unido? "Eso nunca", me dice, "no tengo problema con que mi dinero vaya a Inglaterra mientras se invierta bien. Los escoceses también nos beneficiamos mucho de los tiempos del Imperio. Además, las petrolíferas se instalaron aquí y no en Alemania o Noruega gracias a la ayuda de Westminster".

¿Están los escoceses por la independencia? Las encuestas realizadas en los últimos años discrepan entre sí hasta tal punto que no merece la pena prestarles atención. Los datos de las últimas elecciones al parlamento escocés, en 2007, nos dicen que el 33% de los votantes se decantaron por el SNP, o sea, que no creo que ante un referéndum por la independencia el sí alcanzara más del 20%. Los 3 partidos nacionales, whigs, tories y liberales están por mantener el Reino Unido tal cual. El SNP tenía previsto, en el documento que hizo público, aprobar la celebración del referéndum este mismo enero, para celebrarlo el día de St. Andrews, el patrón de Escocia, allá por noviembre, pero lo va a tener poco menos que imposible, dado que, aunque su ascenso en las mencionadas elecciones fue espectacular (¡20 escaños más!), se quedó con 47 escaños, por 46 los laboristas y 17 los tories.

Mi anfitrión de Edimburgo no se muestra tan siquiera ilusionado con la Devolution. "¿No crees que era una cuestión de justicia?" "A Scottish Parliament? It's a waste of money". Mientras crepita la chimenea en el salón, me dice si quiero probar un whisky (si es escocés, siempre sin "e") bueno, de las Highlands, Glenmorangie. No es un buen whisky, es perfecto. Seguimos hablando del SNP: "Scottish oil and Scottish whisky for Scottish people?", me dice, "it's ridiculous. UK is bigger than these selfish tendencies". Yo, whisky en mano y al calor de la chimenea, pienso que sólo falta una leyenda escocesa para completar la estampa, y entonces se produce el milagro: "¿Sabes que el nombre de este lugar proviene del fantasma que supuestamente lo habitaba?" "Murdo", le digo, "tell me that story right now", y aconsejo a Ana, cuyo inglés es aún dubitativo, que se suba ella a leer, que creo que esto va para largo.

3 comentarios:

  1. Ya de vuelta, un viaje "interesante" y climatológicamente adverso. Espero que hayas disfrutado, creo que si.

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  2. Muchos escoceses se indignan si se les llama ingleses, pero, como apuntas, la mayoría no está por la aventura de la independencia absoluta.
    Una chimenea, un whisky y una buena conversación. ¡Uf! ¡Qué peligro!
    Un saludo y feliz año.

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  3. Un viaje muy interesante, Álex. Ya irás conociendo detalles por aquí o por otras vías. ¿Climatológicamente adverso? Bueno, creo que vosotros tampoco disfrutáis, precisamente, de un invierno benigno. Por cierto, nuestro avión se retrasó unas horas, pero es que al día siguiente el aeropuerto cerró. Por los pelos.
    Sí, claro, Cayetano, es normal molestarse si eres australiano y se empeñan en llamarte galés, otra cosa es romper por ello la Commonwealth. Sobre todo, cuando se descrubre una buena fuente de "wealth" propia.

    ¡Feliz año a todos!

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