Viaje donde viaje uno, se da cuenta de lo difícil que es visitar un lugar donde no haya nadie. A mí me parece curioso que siendo la prensa actual tan proclive a "la noticia de moda" (ya se sabe, vacas locas, gripe A, calentamiento global), haya temas que, sin embargo, no hay manera de poner de moda. Esto le sucede, precisamente, con el problema más grave al que se enfrenta la humanidad actualmente. El que los políticos no lo mencionen - ni mencionarlo - supone una gran estafa. Tampoco sé cuántos profesores hablarán de ello en sus clases, sospecho que pocos. La cuestión resulta aún más curiosa si uno considera, como yo, que otros graves problemas de los que sí se habla bastante, principalmente la escasez de agua y la pobreza, dependen en gran medida de éste que ha quedado proscrito de los titulares.
Los datos son conocidos: En el año 0 había en la Tierra entre 250 y 300 millones de personas. En 1800, 1.000 millones. En 1900, casi 1.600 millones. En 1990 eran ya 5.000 millones y en 2000 llegamos a los 6.000.
Es decir, la población crece al día en 230.000 personas (a pesar de los 30.000 niños que mueren por enfermedades incurables diariamente). Lo que significa 7 millones al mes, 84 millones al año, (¡dos veces un país como España al mes!). A este ritmo, en 2050 seremos bastantes más de 9.000 millones.
Uno de los problemas para combatir la fecundidad es la encíclica Humanae Vitae del Papa Pablo VI, de 1968, en la que la contracepción se declara pecado. Esta encíclica estuvo precedida por tres años de trabajos de una comisión vaticana nombrada por el Papa, comisión que había decidido que la prohibición de la contracepción no se podía sacar ni de las Sagradas Escrituras ni de la tradición, la teología o las leyes naturales de la Iglesia. El entonces poderosísimo cardenal Ottaviani convenció al Papa para que no atendiera las recomendaciones de sus expertos. (Y eso que entonces la población mundial era de 3.500 millones, hoy es de más de 6.000, que serán 7.000 en poco más de diez años.)
Tómese el caso de Nigeria. Nigeria es el país más poblado de África (la mayoría son cristianos, el 40%): En 1950 tenía 33 millones de habitantes, en 1998, 106 millones. Se prevén 250 millones para 2050.
China y muchos de los países islámicos han puesto freno a su demografía, con un éxito notable. En la sociedad islámica, en 1970 el número medio de hijos por mujer estaba entre 6 y 7. Treinta años más tarde, ha descendido drásticamente. En Indonesia está ahora en 2’06. Turquía: 2’3, Egipto: 3. En Irán, que se hallaba en 6’5, en 2001 tenía 2’1. En Túnez: 2, Marruecos y Argelia: 2’5. Pakistán continúa sin descender y Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo, igual. Aún así, el panorama es preocupante dentro del mundo árabe: en 2050 Egipto habrá pasado de 70 a 120 millones, Arabia Saudí, de 21 a 61, Siria e Irak serán ya 50 millones, Irán, 160 (más que Rusia), y Afganistán, 70 millones.
Las doctrinas islámicas no se oponen a la contracepción ni al control de nacimientos. El islamista Paolo Branca escribe: «sobre métodos de limitación de nacimientos el Corán guarda silencio, mientras que la Sunna admite la práctica del coitus interruptus», único método de contracepción conocido entonces.
En la India el número medio de hijos ha pasado de 6 en 1955 a 3’1 en 2000. En China la fecundidad entre 1995-2000 era de 1’8. Como se sabe, China adoptó unas medidas realmente crueles en su lucha contra la llamada “bomba demográfica”, la llamada “política del hijo único”: prohibición del matrimonio antes de los 26 años, subvenciones para el primer hijo y retirada de servicios sociales con un segundo, aborto obligatorio en caso de tercer embarazo, reparto de preservativos incluso con el sobre de la paga. Se han instaurado buenas pensiones de vejez para que no se programe un elevado número de hijos como sostén para los viejos.
Europa, también con los países de la antigua URSS, parece no formar parte del problema, ya que su tasa de crecimiento ronda el 0. Algunos países, como España o Italia han llegado a estar por debajo de 0 algunos años. Japón posee también una tasa muy baja.
He mencionado la relación de la cuestión demográfica con los problemas con el agua. Como se sabe, en Europa estos problemas son enormes en el sur de Italia y España; muchos de los grandes ríos asiáticos están al límite, el Ganges y el Yangsté corren el riesgo de no llegar nunca más al mar (como ya ha ocurrido con el río Colorado en EE.UU.). En China las capas freáticas acuíferas del norte han descendido 37 metros en treinta años. El mar interior de Aral, en Asia central, ha perdido la mitad de su extensión. El lago Chad era hace tiempo el sexto lago más grande del mundo; ahora ha perdido casi el 90 por ciento de su superficie y está agonizando, y se trata de un lago que da de beber a 22 millones de personas y que es fundamental para Chad, Camerún, Níger y Nigeria.
Si a ustedes también les entran a veces agobios malthusianos, pueden obtener toda la información pertinente
aquí, o ver
este vídeo del youtube o leer el libro
La Tierra Explota,
Superpoblación y Desarrollo, G. Sartori y G. Mazzoleni, Taurus, 2003.