jueves, 2 de diciembre de 2010

Elche, UPyD y Fukuyama

Elche es el mayor palmeral fuera del mundo árabe. Ya he mencionado alguna vez mi consejo de que el caminante disfrute de un amanecer o crepúsculo (¿son ustedes más de lo uno o de lo otro?) por sus parques enclavados en un piélago de enjutas, esbeltas palmeras. El amanecer ofrece un arrebol limpio y promisorio entre las brumas que se disipan a la llamada del sol naciente; el crepúsculo muestra, entre la hoja de palma, un color como de sobrasada que se desdibuja, mortecino y silencioso, y se rinde a la noche que todo lo abarca. Yo soy de espíritu melancólico y me decido, por tanto, por el ocaso; espíritus más jóvenes o animosos se decidirán, supongo, por el orto. De gustibus non es disputandum.

Fue ahí, en Elche, que el líder del PP, M. Rajoy, invitó a salir del partido, con luz y taquígrafos, a los liberales. Extraña medida, dado que unos días antes, en un programa televisivo, se había declarado liberal (ahora bien, el contexto era el de la libertad para rotular en castellano en Cataluña). Se puede aseverar sin miedo al error que las bases del PSOE se sentirían cómodas bajo la etiqueta de "socialdemócrata"; con el PP, la cosa es más compleja, pero, en general, creo que no les molestaría la calificación de "liberal". Esto no quita, lo sabemos bien, para que uno realice una política furibundamente capitalista cuando toca y el otro un socialismo ejemplar cuando conviene. 

¿Y UPyD? Que la heterogeneidad en sus bases es enorme lo ha dicho ya mucha gente y no abundaré yo, pero me interesa resaltar el uso que esta formación hace del sentido común.Cuando Fukuyama predijo la consumación de lo que venía anunciándose desde tiempo atrás, la llamada muerte de las ideologías, lo hizo desde la perspectiva del triunfo global del liberalismo democrático. Ahora sabemos que Fukuyama erró. La crisis de 2007 pone en tela de juicio al capitalismo financiero, la de 2010 al Estado del Bienestar,  esto aparte del resurgimiento del socialismo en Latinoamérica o el desarrollo económico de países algo liberales pero poco democráticos (China o Rusia).

Con todo, la idea de que las etiquetas políticas constituyen redes de antaño incapaces de pescar los peces de hogaño, en orteguiana expresión, me es simpática, pero lo que percibo en UPyD no es tampoco, exactamente, esto, es la apelación al sentido común como deus ex machina. Vaya por delante que los miembros de dicha formación que conozco son personas sumamente inteligentes, preparadas y de un sentido común robusto. Pero el sentido común no responde a preguntas complejas. Es más, si son complejas se debe a que o bien el sentido común guarda silencio ante ellas o bien la respuesta es, precisamente, antiintuitiva. El sentido común no dicta nada en torno a los horarios comerciales o la política agraria (respecto al primero, UPyD se muestra sumamente liberal, en la segunda peperamente intervencionista).

Algún ejemplo. UPyD ha apelado a una discusión en un ambiente político menos crispado en el debate acerca del trasvase del Ebro. Es decir, a día de hoy no sabemos si apoyaría éste o no. Respecto al matrimonio homosexual parece adoptar una posición favorable, pero su fundador, F. Savater, habló del derecho de las matrimonios homosexuales a adoptar hijos como "crear huérfanos por ley". La misma líder, R. Díez, ha definido al partido como liberal, pero su diputado en País Vasco, Gorka Merino, se estrena pidiendo la restauración de un impuesto que es el culmen de la sobretaxación, el de patrimonio. En educación, UPyD posee, con diferencia, el mejor programa electoral en este sentido, de gran parecido con el del PP, pero totalmente opuesto al del PSOE: ¿a qué tanta monserga entonces con el pacto educativo? La LOGSE/LOE ha tenido en España su oportunidad (¡20 años de oportunidad!), dada la debacle ocasionada, ¿a qué cortejar más al PSOE? Apruébese de una vez un bachillerato como Dios manda y punto. ¿O votará en contra, llegado el día, por un quítame allá esas pajas con la tortuosa Educación para la Ciudadanía o su contrapartida de Religión? Sobre la recién aprobada ley del aborto, la líder echa pestes, pero Sosa Wagner sólo habla de un asunto de conciencia.

No se trata de que UPyD agrupe a gente diversa, cosa que en las democracias de masas está condenada a hacer cualquier formación, sino de que apelar al sentido común - o el Pacto - sólo difiere sine die la toma de posición. Y, quizá, el día que ésta se produzca, muchos integrantes descubrirán que no estaban en casa. 

¿Recuerdan ustedes la Agrupación al Servicio de la República? El partido político fundado por Ortega y Gasset, con Marañón, Pérez de Ayala y otros en tiempos de la República. UPyD se da un aire. Cuentan que las intervenciones de Ortega eran esperadas, escuchadas en sepulcral silencio, aplaudidas, comentadas. Pero el mismo maestro admitía que se trataba de una gente que estaba en la política como a disgusto, deseosa en el fondo de regresar a su plácida cátedra universitaria. La formación fue disuelta, unos marcharon en apoyo de la República, otros se alistaron en la Falange: ¿dónde estaba el sentido común?

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