La carretera parte los campos infinitos de la mítica Prusia Oriental. Y, de repente, la frontera de Polonia con Rusia. Mal día hemos elegido para adentrarnos: diluvia. Prusia, el antiguo corazón de Alemania; la más prestigiosa universidad de su época; la patria del filósofo Immanuel Kant. Viajamos, Ana y yo, solos en la carretera. Un mar de maizales nos envuelve. El maíz y la lluvia y nosotros, no hay más. Kaliningrado es actualmente un territorio dejado de la mano del gobierno ruso; un territorio depauperado, entregado al vodka y las jeringuillas.
Sé que más maíz aún podría encontrar en otros lugares; y recuerdo unas cuantas teorías que me hacen pensar. Teorías, esta vez, sobre la llamada globalización:
1. Dice la teoría estándar que la globalización está perjudicando a los pobres, dado que los países ricos introducen sus mercancías en ellos, que no son capaces de seguir el ritmo y, así, ellos continúan su senda hacia la depauperización.
2. Dice otra teoría que a los países pobres lo que les hace falta es más globalización, no menos. Son los aranceles de los países más desarrollados industrialmente lo que está impidiendo que los países más pobres crezcan; Bielorusia o Chile podrían, literalmente, inundar todo Occidente con su trigo y, así, ganar mucho dinero. (Doy fe de que en Prusia Oriental hay mucho maíz, mucho).
3. Una teoría algo más elaborada. Me detengo aquí. Se trata de la idea de Gabort Steingart, expuesta en su libro The War for Wealth. El autor fue durante una larguísima temporada el corresponsal de la publicación alemana Der Spiegel en Washington. El libro se ha vendido más que bien. Steingart admite que (a) la globalización no está creando un mundo en el que todos ganan y (b) Occidente está cayendo derrotado ante países emergentes, especialmente, China e India.
La idea es que, al contrario de lo que se suele proclamar, la globalización está resultando nociva, especialmente, para los países más desarrollados. Resulta que al abrir los mercados, países sin apenas legislación laboral y, por tanto, con jornadas laborales extenuantes, con trabajo infantil, sin subsidios de ningún tipo, sin derecho de sindicación, etc. , introducen sus mercancías en países donde todo eso sí existe y, por tanto, juegan con desventaja. La globalización, sostiene el autor, no parte de un "campo de juego nivelado" (level playing field), y, se pregunta, ¿se puede mantener un sistema de libre intercambio con un país que no hace respetar el derecho de propiedad intelectual, que prohíbe los sindicatos libres, que prescinde de la protección del medio ambiente, que no posee un sistema público de pensiones, en el que las prestaciones públicas en materia de sanidad, seguridad en el empleo o de prevención de accidentes de trabajo son, prácticamente, inexistentes, en el que la mano de obra se halla semi-esclavizada? El corolario es que es Occidente, no los países en vías de desarrollo, quien ha de protegerse de la globalización.
En todo caso: como la teoría 1, se trata de una teoría neo-proteccionista, aunque por las razones contrarias. Steingart se considera, exactamente, un defensor de una tercera vía entre proteccionismo y librecambismo, donde se juegue limpio, es decir, se abran las fronteras sólo ante la constancia del respeto a los derechos de los trabajadores, del medio ambiente, etc. Tal y como ha quedado planteada la globalización actualmente, no hay fair play.
Todo esto es muy interesante, pero mi preocupación en ese momento es el diluvio que cae sobre la desierta frontera. Quedo embrujado mirando el comienzo de esa cosa tan rara llamada Rusia. "Olvídate", dice Ana, "no tenemos visado". "Ya, pero si echamos por ahí..." "Olvídate" repite ella, "si nos pasa algo en el coche allí, se nos cae el pelo"; "ya", insisto yo, "pero...", "ol-ví-da-te" subraya ella, siempre tan femeninamente sensata.
Lo de la globalización económica es un cuento inventado por el neoliberalismo o capitalismo moderno para decir a los pobres de todo el mundo que, como ya indicaba Adam Smith o padre del sistema, el mercado, dejado a su libre juego, traerá la felicidad y la justicia social para todos. Nada más lejos de la realidad.
ResponderEliminarOtra cosa sería globalizar la cultura, la riqueza, los recursos médicos o sanitarios...
Querido "Non sola". Sí o no a la globalización no es la cuestión que se debe plantear. Preciso que tú no lo has hecho.
ResponderEliminarEstamos en la época (llamémosle postmoderna)en la que una nueva revolución, de consecuencias impredecibles, está aterrizando: la tecnológica. Ya no hay marcha atrás. El mundo está interconectado.
La teoría de Steingart, el neo-proteccionismo, suena bien, como bien suenan todas las utopias. El capitalismo está instalado en el mundo. Y no entiende de fronteras ni de barreras. Si un país cierra sus fronteras, otro lo abrirá. El dinero es nómada, no puede estar quieto. Siempre se mueve buscando un sólo objetivo: su propio crecimiento. Y sólo hay una cosa que lo pueda frenar, y no son las barreras, es la educación. Pero, ¡ay amigo!, la tenemos durmiendo el sueño de los justos. Y quizá sólo despierte con la llegada de una nueva época: llamémosle año cero.
Posdata: El artículo me ha generado cierta reflexión. Tu afirmación "tan femeninamente sensata", ninguna. Es una tautología.
Un saludo.