Es obvio que la Europa Centro-Oriental está organizando diversos actos en celebración del vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín - de la dictadura comunista, vaya - . Ofrezco aquí una fotografía que encontré en una exposición en plena calle de Gdansk, ciudad donde nació Solidaridad y, por tanto, en cierto modo, responsable directa de la agonía del "socialismo real". He dicho en plena calle, pero miento: es en la mismísima "plaza Solidaridad - "Plac Solidarnosci" - .
Era, si recuerdan ustedes, una fría noche del noviembre berlinés. En la fotografía, los soldados miran entre desorientados y aliviados. Aliviados, supongo, por no recibir la orden de disparar a la muchedumbre, sentada como en un columpio en el mismo muro, un pie en la democracia, otro en la dictadura soviética ya en los últimos estertores.
El caso de la Alemania Oriental era especial en todo el bloque soviético, ya que no sólo vivía bajo una dictadura cuasi-policial, sino que se trataba de un país dividido. Dividido, además, en el corazón de su misma capital. Resulta curioso que los alemanes, espontáneamente, ligaran en sus cabezas la caída del comunismo con la unificiación alemana. El silogismo, pensarán ustedes, es sencillo: si cae el comunismo, cae el muro; Alemania está separada por el muro; luego si cae el comunismo, Alemania dejará de estar separada. De ahí que en las placas donde se leía DDR - Deutsche Demokratische Republik, es decir, RDA - , la gente tachara la D y la R, dejando así, a palo seco, Deutschland. Asimismo, las pancartas donde se leía "Wir sind das Volk", "nosotros somos el pueblo", aparecían ahora con un "ein" mayúsculo sobre el "das": "Wir sind EIN Volk", dándole ahora el significado de "nosotros somos UNA nación".
Pero el silogismo no resultaba tan sencillo por Occidente. No crean que por aquí la clase política se hallaba muy ilusionada con la reunificación alemana - digan lo que digan ahora - . ¿De nuevo, se preguntaban muchos, el coloso germano? ¿Sesenta y cinco millones de alemanes en puro centro del Continente? Helmut Schmidt escribe en sus memorias que cuando llegó a ser Canciller en 1974 "apenas había un gobierno en Europa que lamentara genuinamente la partición de Alemania. Eso era más una cosa de Washington o de la distante Pekín." Y unos años antes, el escritor francés François Mauriac (premio Nobel de Literatura) afirmaba: "Nosotros amamos tanto a Alemania que estamos encantados de que haya dos". Al menos, él lo decía.
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