Si el Palacio de la Cultura y las Ciencias fue el regalo de Stalin a Varsovia, Nowa Huta fue el castigo de los comunistas polacos a Cracovia. La ciudad resultaba demasiado burguesa para su gusto. Es más, en un referéndum de ésos que organizaban para su mayor gloria las autoridades socialistas, el voto cracoviano resultó de duro castigo. Así que la idea fue construir una enorme ciudad industrial a manera de barrio de Cracovia. Se anunció a los cuatro vientos que quien acudiera a trabajar allí obtendría un más que digno puesto de trabajo y un piso en una agradable zona arbolada. Cracovia sería proletaria, por las buenas o por las malas. Y así fue que nació Nowa Huta.
Se trata, simplemente, de un edificio tras otro; edificios típicos socialistas que a la gente le gusta comparar a una caja de cerillas o a una termitera. Yo mismo no me suelo resistir al tópico de "temitera humana"; no he encontrado un término más acorde. Por supuesto, no hace falta venir a Nowa Huta para ver estos edificios, son los mismos que se ven en Dresde, Bucarest o Moscú. Se hicieron siguiendo un mismo patrón y con hormigón procedente de la Alemania Oriental. Lo novedoso en Nowa Huta es la concentración: ¿una termitera de termiteras? Tengo entendido que sólo se da tal concentración en otra ciudad de las afueras de Bratislava, y que las autoridades eslovacas llevaban tiempo pensando la manera de desmantelarla. Difícil: hablamos de barrios por encima de los 250.000 habitantes.
Por cierto, las autoridades del socialismo real pusieron su puntito de sadismo planeando que los humos de las chimeneas de Nowa Huta - de la siderurgia Lenin, concretamente - se dirigieran a Cracovia. Fallaron en su cálculo y los humos fueron a parar a unas arboledas cercanas que, parece ser, aniquilaron.
Una cosa es cierta, la separación entre los bloques es amplia y la vegetación omnipresente. Son los edificios mismos lo auténticamente feo, la zona en sí no acaba de resultar tétrica. Me pregunto si, forzado a escoger, me decidiría antes por Nowa Huta que por una de las modernas urbanizaciones de Torrevieja. A nosotros nos ha amanecido un buen día en Cracovia. Ana y yo hacemos fotos junto a los bloques. Son de un color entre rosáceo y ocre ennegrecido por tiempo y humos. Algún vecino nos observa. Y yo, cómo no, no me contengo y sucumbo a la gracia previsible: levanto el puño. "Te van a matar", dice ella haciendo la foto pero sin la piedad de reirme la gracia.