Esto es el Levante español. Esa luz como de oro fundido y el pino, pino que satura el aire. Aire gravoso que queda ya en la primavera percudido por el canto de la chicharra y preñado del aroma del pino. Luz, pino, chicharra. El campo es un secarral que se extiende, en indolente ademán, ya agostado desde la primavera. Primavera que no es más, aquí, que un verano incipiente.
El regadío, claro, obra aquí también milagros. Trátase el Levante del principal vientre productor en este país de alcachofas y patatas y tomates y naranjas y limones y berenjenas y Dios sabe qué más.
El ánimo se confunde en el Levante; ara se reseca, a la vista del campo áspero y del pino enjuto, ara se regocija, ante la luz clara, el vergel sorpresivo y las gentes llanas.
Mienten quienes pretenden que todo es aquí asfalto y ladrillo. Los hallará el visitante en demasía, pero hallará apenas sin buscar la senda arenosa que conduce a la mar.Y esto es el Levante: arena, matojo, las palmeras gráciles que puntuan el cuadro y la mar, cómo no, la mar al fondo.
Pocas han sido las dunas que han sobrevivido a la vorágine del ladrillo - ay, el ladrillo - , pero haylas, haylas. Dunas centenarias, milenarias tal vez, a las que el matojo se agarra y gracias al cual ella arraiga. Perfecta simbiosis.
Al final de la senda aparece, al atardecer, un mar calmo revestido del arrebol crepuscular. La mar que pare la merluza con la que rellenar las croquetas, la lubina que el turista tomará a la sal gorda y, faltaría más, la paella. Paella que con suerte será de marisco y, entonces, junto a la merluza aparecerán las gambas y las almejas y los mejillones. Oficiará de acompañante el pimiento rojo. Y eso, eso y no otra cosa, es el Levante: pino, sol, palmera, arena y duna, matojo y chicharra, mar y paella.
Se habla por ciertas partes de este Levante una variación de la lengua catalana, esto es, el valenciano. Como toda lengua, debería, en buena lógica, ser usada por quien así lo decidiera. No hay mucho más debate aquí. No obstante, políticos que se reclaman -cuando toca- liberales, deciden desviar jugosas cantidades de dinero a su fomento. Fomentar aquí suele significar obligar a los niños a estudiar ciertas asignaturas en esa lengua, a los profesores a impartirlas, pagar a editores por editar libros en ella, a productores por producir teatro, cine, televisión en ella, abrir un canalito de televisión íntegro para la susodicha y estas cosas. Vamos, interferir draconianamente en la evolución natural de los procesos lingüísticos. Y hacerlo con dinero que bien podría financiar colegios, desempleo, maternidades y yo qué sé.
El Levante español se ve ahora hermanado con Argentina dado que nuestras autoridades deciden fomentar el valenciano... en Argentina. El valenciano será así fomentado en Córdoba, Rosario, Mendoza, San Juan, San Rafael, Buenos Aires. No es que no existiera ya este fomento en lugares un tanto exóticos para esta lengua - ¿valenciano en París, Zaragoza, Cantabria? - , pero es que las autoridades levantinas solían hacer mofa de las catalanas cuando éstas incurrían en semejantes patochadas. Claro que nunca es tarde para hacer el ridículo uno mismo.
Un pedacito de mi dinero se va incluso a Brasil. Se abre allí, no se lo pierdan, tachán, tachán... Centre Valencià La Senyera de Sao Paulo.
Esto es el Levante; el crepúsculo cuajado de fragancia de pino recio, la senda hacia un mar ubérrimo, y la chicharra y el grillo y la luz que brilla como tostada y... la estupidez del político de turno. Mira tú, ahí somos como todos.
Un pedacito de mi dinero se va incluso a Brasil. Se abre allí, no se lo pierdan, tachán, tachán... Centre Valencià La Senyera de Sao Paulo.
Esto es el Levante; el crepúsculo cuajado de fragancia de pino recio, la senda hacia un mar ubérrimo, y la chicharra y el grillo y la luz que brilla como tostada y... la estupidez del político de turno. Mira tú, ahí somos como todos.