jueves, 13 de enero de 2011

Manifiesto contra la ilusión

"Paul von Hindenburg - 1847-1934" se lee en la moneda. La fecha de acuñación es 1936. Von Hindenburg se erigió como el héroe nacional para los alemanes durante la I Guerra - aunque en realidad era Ludendorff quien la libraba - . De hecho, Alemania se plagó de figuras de madera del general. Una de ellas, erigida en 1916, alcanzaba dimensiones mastodónticas, y uno tenía derecho a martillear un clavo si compraba bonos de guerra. Unos 100.000 fueron efectivamente clavados. Cuando acabó la guerra, la figura fue desmantelada y su madera comercializada para encender las chimeneas: así simbolizaba Weimar la desaparición del régimen militar y el nacimiento de una democracia parlamentaria. Mi moneda, sin embargo, deja claro, en el reverso, cómo acabó la cosa: 


La efigie de Hindenburg se desmanteló, como desmantelada fue, en cosa de días, la fe en Woodrow Wilson. Pensaban los alemanes que el americano les había traido el final de la guerra y una paz estable y duradera: les trajo el Tratado de Versalles. Les trajo, pues, amputaciones de vastos territorios, una declaración de culpabilidad sin matices, desmilitarización, humillación. 

La ilusión es muy traicionera; muchos despropósitos impulsivos se hacen en su nombre. La foto del año que se ha ido (a mí es que el gol de Iniesta me deja frío) es la del Partido Republicano tomando las riendas del Congreso: sólo dos años después de que Obama consiguiera que millones de americanos que nunca habían votado se inscribieran y lo hicieran. Después de que Obama encarnara para muchos el Cambio, una Nueva Era, la Ilusión. Es habitual que los americanos le claven a su presidente, como con los clavos de Hindenburg, un Congreso del otro partido. Se lo hicieron a Reagan, a Clinton y ahora a Obama. ¡A Obama! ¿Qué se hizo de aquel tañer ilusionado?

Leo que una encuesta arroja el dato de que si las elecciones en Gran Bretaña se celebraran ahora, ganarían los laboristas. Sólo a unas pocas semenas de que los tories les clavaran - sigo con la metáfora - 7 puntos y los liberales casi les empataran. La ilusión es muy traicionera.

Hindenburg nació en Poznan, una ciudad pequeña pero muy coqueta - como dicen las inmobiliarias - de la Polonia interior. El centro es bonito y animado, repleto de restaurantes envueltos por las coloridas casas de un típico Rynek polaco. El turismo es únicamente interior. Los polacos, como buenos norteños, cenan temprano y no alzan la voz. Los restaurantes colocan estratégicamente velas en las terrazas. Las casas de colores, la luz de velas, el silencio elegante, todo invita a la ilusión en la ciudad natal de Hindenburg, en Poznan... que, por cierto, le sería amputada a Alemania tras la guerra.

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