Berlín es una gran ciudad. Con sus detalles característicos, claro, pero, una gran ciudad. La principal característica genuina consiste en poseer dos centros; el de la antigua parte occidental, en torno a la calle Kufürstendammstrasse, y el de la oriental, en torno a Unter den Linden. La primera es un centro comercial a lo grande, la segunda tiene más encanto.
Busco esta vez no sólo visitar Berlín, sino retomar la faena lejos de la canícula ibérica, así que me alojo nuevamente en unos aparta-hoteles (adagio, en la Lietzenburger Str.), donde puede el viajero pasar su jornada sosegadamente, cocinarse un salmón salvaje y, al caer el sol, cuando ya se requiere una rebeca, pasear por la mencionada Kudamm – así la llaman los locales – o marchar a ver retazos del Muro, el Reichstag o las demás atracciones de la ciudad.
Ciertamente, hay un ambiente alternativo, en término en boga entre la juventud actual. Al final de Kudamm, un muchacho toca ese imponente tubo de madera propio de los aborígenes australianos, a su lado, un perro descansa ajeno al bullicio y algo más allá un hombre que ya no cumplirá los cuarenta baila break dance con un monopatín. En todos sitios hay quien no sabe envejecer.
La historia de esta ciudad gravita sobre el Muro; el Checkpoint Charlie es una colmena de gente y vendedores. Si vienen, hagan el esfuerzo y no lo visiten: se ha banalizado hasta la náusea, con hombres disfrazados de soldados yanquis y rusos cobrando por la foto. El tramo más largo del muro que queda, de 1.300 metros, en la Mühlenstrasse, a la orilla del Spree, congrega también turistas, aunque no de tan masiva manera. En este fragmento son las estrellas los graffitis del Trabant - el Trabi, coloquialmente - rompiendo el Muro:
y, especialmente, el beso entre Honecker y Breznev:
y, especialmente, el beso entre Honecker y Breznev:
Yo no puedo ver el Checkpoint o el Muro sin pensar en Reagan. Durante años, la Alemania democrática se mantuvo firme respecto a la partición del país y la existencia de una dictadura en el otro Estado alemán. Se seguía la llamada doctrina Hallstein, según la cual no habría representación diplomática de dos Estados alemanes en el mismo lugar. Los socialistas, con Willy Brandt, dieron un golpe de timón y comenzaron a mantener relaciones cordiales. Después, la CDU siguió la misma senda. Dicho sea en su descargo, el Muro parecía eterno – Honecker decía en el mismo ’89 que le quedaban 100 años – y la RDA firmaba su compromiso mendaz con los Derechos Humanos. La Alemania democrática reconoció así – en 1970 – , en el marco de un acuerdo con la URSS, las fronteras orientales, enterrando así el principio de mi admirado Stresemann, cuando firmó las fronteras alemanas occidentales, de que “nunca habrá un Locarno para el Este”, aunque se guardaba un turbio silencio acerca de si “frontera oriental” implicaba también la del Muro.
Con todo, el cambio en la Ostpolitik se encontró con una coyuntura mundial muy concreta, la Guerra Fría, que la sumió en la ambigüedad. Y fue entonces cuando Reagan, frente al Muro y sin rodeos, señaló a esta pared ignominiosa y pronunció su célebre: Mr. Gorbachev, tear down this wall. Para que, como decía Lincoln, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra.
Y de la faz de Berlín, y de Alemania, desapareceremos en breve Ana y yo. Mientras, déjenme disfrutar de este crepúsculo fresco que se avecina ya a la Kudamm. De este crepúsculo que se avecina también sobre mi estancia berlinesa. ¿No les he deseado buen verano? Egoísta que sólo en mí pienso: disfruten ustedes también de sus crepúsculos estivales que, como el Muro, y a pesar de las apariencias, no durarán cien años.
P.D. Este blog acaba de celebrar, el 30 de julio, su primer cumpleaños. Me invade, lo reconozco, una extraña sensación al ponerle ya una vela. Si bien me confieso culpable de disfrutar escribiendo, admito igualmente que ignoro hasta dónde llegarán las fuerzas y, sobre todo, el tiempo, para mantener vivo este humildísimo rincón. En todo caso: gracias a todos aquellos que lo obsequian con su lectura. Levanto mi copa por ellos y, hoy, inmodestamente, también por Non Sola Scripta, un blog de viajes y algunas cosas más.
P.D. Este blog acaba de celebrar, el 30 de julio, su primer cumpleaños. Me invade, lo reconozco, una extraña sensación al ponerle ya una vela. Si bien me confieso culpable de disfrutar escribiendo, admito igualmente que ignoro hasta dónde llegarán las fuerzas y, sobre todo, el tiempo, para mantener vivo este humildísimo rincón. En todo caso: gracias a todos aquellos que lo obsequian con su lectura. Levanto mi copa por ellos y, hoy, inmodestamente, también por Non Sola Scripta, un blog de viajes y algunas cosas más.
felicidades por el aniversario, que sigan las ganas y las fuerzas
ResponderEliminarGracias, Álex, gracias. Ya sabes cómo es esto: suele haber ganas, las fuerzas van según el día y el tiempo escaso siempre. Un abrazo fuerte.
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