Hablo de la cultura occidental. A mí, realmente, me interesan las personas; también los animales y si me apuran los paisajes, pero, ustedes me entienden, me interesan las personas y su bienestar por encima de las lenguas, las culturas o, por supuesto, las religiones. En parte se debe a un argumento nominalista: las sociedades, las familias y cualesquiera grupos que se considere no son más que un agregado de personas. Hablar de otra manera es recurrir a la metáfora. Las personas poseen un estatus ontológico genuino; las demás instituiciones, sólo derivado.
Así, pues, si me preocupa la desaparición de la cultura occidental, se debe sólo a que creo que eso, la llamada cultura occidental, supone el mayor logro de la humanidad, hasta la fecha, en cuestión de libertad y bienestar para los seres humanos. Ya desde largo, con Spengler o Nietzsche, se habla de la decadencia de dicha cultura. Europa es un animal exangüe, dicen unos; a EE.UU. le llegó su San Martín como potencia mundial, piensan otros; países occidentales o candidatos a ello - como Japón o Australia - se arrimarán al sol que más calienta - se orientalizará el uno, se asiatizará el otro - decía Huntington.
Me resisto a creerlo. Éstas son, expuestas a uña de caballo, algunas de mis razones:
- La crisis económica, como todas las crisis, concluirá, y la UE y EE.UU. volverán a respirar a pleno pulmón, y el euro y el dólar volverán a ser monedas solventes, si es que alguna de ellas ha dejado de serlo. Es por ello que la UE - ese milagro geopolítico - y el euro - ese milagro políticoeconómico - deben ser tratados con tino. La primera debe desacelerar la incorporación de países que podrían lastrarla en el futuro, el segundo debe cuidar a los enfermos críticos - Irlanda, España, Grecia y alguno más - .
- EE.UU. supone actualmente el 25% del PIB mundial; no creo que dentro de 10 años baje del 21%.
- Algunas de las más importantes economías emergentes, como Irán, China o Rusia, van sobradas de problemas internos. ¿Cuándo volverá la nueva oleada contestataria iraní? ¿Hasta cuándo en China se tolerará mansamente la férrea censura sobre las nuevas tecnologías? Por añadir otro concreto ejemplo: ¿las gentes de Arabia Saudita, Líbano o Emiratos Árabes van a tolerar sine die que se les prohíba el BlackBerry? Es posible que ello las debilite, mientras que UE/EE.UU. se dedican a pagar su deuda con mayor tranquilidad.
- Relacionado con lo anterior: es difícil de disputar que tecnología y libertad para utilizarla, junto con bienestar material, suele originar occidentalización. Por cierto, que no la hemos definido; valga esto: democracia parlamentaria, Estado del Bienestar más o menos robusto, imperio de la ley, secularización masiva de la población junto con separación de Iglesia y Estado, grandes cuotas de libertad individual y de respeto a los derechos civiles y humanos, primacía de la racionalidad, bajos niveles de corrupción política y policial, etc.
- Si bien es cierto que algunas sociedades no occidentales, especialmente en el mundo árabe, han aumentado su sentimiento antioccidental y se vive un resurgimiento de movimientos nacionalistas o "nativistas", también lo es que algunas sociedades no occidentales se arriman a EE.UU. y no desean que éste abandone ya su inveterado papel de policía del mundo. No lo quiere, p. ej., la India, ni Nicaragua, ni Ucrania o Polonia, posiblemente tampoco Jordán, Marruecos, el propio Egipto, ni ya Líbano.
No, no asistimos al canto del cisne de Occidente, pero, tampoco hagamos un tabú de ello, sí del verano. La fotografía que hice hoy para ustedes lo hace patente: por mucho que madrileños y otros castellanos, ansiosos de agua salada inunden la playa, ya no picaba el sol, ya zarandeaba el aire las palmeras, ya se habían colado unas incómodas nubes brunas. La playa se llama "El Mar de Cristal", ¡qué bello nombre! Como bello ha sido este verano, este verano que - lo siento, de verdad que lo siento - ha llegado a su fin.
Confesaré algo para acabar. Para muchos de nosotros, desde luego para mí, el año auténtico - no el del calendario - comienza el 1 de septiembre. Siempre he sido partidario de celebrar en dicha fecha el cambio de año. Con uvas y champán y confeti, si es preciso. Es ahora, en este postrero paseo que me regalo, que he hecho mis votos para el nuevo año, que me han acompañado cavilaciones acerca del paso del tiempo, que he bosquejado un breve resumen mental sobre lo hecho y lo por hacer en esta vida y en este año. Me dirán que aún queda verano, exactamente hasta el 20 de septiembre. Eso sólo según el mentiroso calendario. El verano - y para mí el año - acaba hoy, con agosto. Occidente no, pero el verano, admítanlo conmigo, dice hoy mismo adiós. Que tengan un feliz otoño.