1. Auschwitz
La estrella de los campos. La orgía asesina por excelencia. Aun en su amplitud y en su carácter de atracción turística, conserva toda la fuerza emotiva. A una hora en coche (la red de carreteras polacas no resulta precisamente ágil) de la palaciega Cracovia. Todo es aquí sinónimo de exterminio. La conservación del campo es tan perfecta que pareciera el decorado de una película. El alambre de espino, el tenebroso fanal, los barracones de madera y, por supuesto, los hornos; todo es horror y todo apunta al mal sin concesión. (Algo conté ya aquí).
2. Dachau
A las afueras de la pizpireta Múnich, en lo profundo de la alegre Baviera. Igualmente amplio. No se conservan ya los barracones, queda en su lugar una desconcertante explanada. Se erigió ya en 1933, recién accedido Hitler al poder, y se mantuvo hasta el mismo 1945: longeva vida inicua. Mucho más reducido, claro, que Auschwitz, mantiene, no obstante, toda su aura de perversión gracias al crematorio y la sala de gaseamiento, que se mantienen en pefecto estado. En una piedra a la entrada del Krematorium se ha grabado Denket daran wie wir hier starben (pensad en cómo hemos muerto aquí): innecesaria advertencia; no puede uno, de hecho, hacer otra cosa que pensar en ello. Siempre, en los crematorios y en las distintas salas de crueldades varias, se crea un silencio pesado y respetuoso. Un silencio de humanidad avergonzada. (Sobre Dachau algo hablé aquí).
3. Treblinka
Difícil acceso. A un buen tirón en coche desde Varsovia, incrustado en un bosque fastuoso, repleto de setas vistosas y colosales hormigueros. Nada queda ya de él. Fue, más que un campo de concentración, un genuinio campo de exterminio. Su función no fue otra que la de la Solución Final. Actualmente un memorial mantiene vivo el recuerdo. Diversas piedras cenicientas con inscripciones de los nombres de algunos de los desdichados que allí recalaron y de los países originarios de las víctimas. La piedra de mayor tamaño se dedica a repetir en francés, inglés, ruso, polaco, hebreo y alemán: nunca más. Apenas hay visitantes. No hay nadie, sólo bosque, sólo piedras.
4. Buchenwald
Se debate aún hasta qué punto sabían las gentes y los dirigentes políticos lo que ocurría en los campos de concentración. Todos lo sabían todo. Jan Karski intentó contarlo y pocos quisieron escucharlo. La editorial Acantilado publica ahora, por primera vez en España, su Historia de un Estado Clandestino. Karski se entrevistó con el Ministro de Asuntos Exteriores británico, con miembros de los laboristas y de los tories. Como en los crematorios ahora, hubo silencio. Y llevaba pruebas consigo: un microfilm con imágenes camuflado en una llave. En EE.UU. accedió a un cardenal y a un arzobispo, a un juez del Tribunal Supremo y, por fin, al propio Roosevelt, quien lo despidió con una palmadita en la espalda y un mensaje para los polacos: "Dígales que vamos a ganar la guerra y que tienen un amigo en la Casa Blanca".
Para verano del '45, el amigo de la Casa Blanca y sus colegas británicos retiraron el reconocimiento al gobierno polaco en el exilio londinense y comenzaron a tratar de tú a tú al gobierno impuesto por Stalin. Tras los nazis, se avecinaban más de cuarenta años de dictadura comunista: ¿el mal nunca descansa?
Libre es cada cual, faltaría más, para actuar como mejor le parezca, pero que nadie alegue después que no lo sabía. Todos lo saben todo. No se aceptan excusas tras escuchar a Karski - y menos aún en nuestros días de móviles última generación, redes sociales, aviones anti-radares - . Declaro - dice Karski - que la humanidad ha cometido un segundo pecado original: por obediencia o por negligencia, por ignorancia autoimpuesta o por insensibilidad, por egoísmo o por hipocresía, o incluso por frío cálculo. Ese pecado atormetará a la humanidad hasta el fin del mundo.
Hasta el fin del mundo...
Hasta el fin del mundo...
Es como si Perez Reverte hubiera leído esta entrada antes de elaborar la suya...
ResponderEliminarhttp://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/570/fotografie-auschwitz-caballero/
Pues, estimado Welzel, ni he visitado yo estos campos con las ofertas de viajes referidas por Reverte, ni mis fotografías están hechas con móvil, ni me parece a mí mi texto ilustrado en este blog de la frivolidad que relata el ilustre cartagenero. Vamos, que todo parecido con el artículo que amablemente trae usted a colación me parece pura casualidad. Ahora bien, si su refinada sensibilidad se ha visto ofendida por la entrada de esta modesta bitácora, yo bien que lo siento. Disculpen, usted y Reverte, lo burdo de mi blog.
ResponderEliminarSuerte que la alambrada ya no está electrificada, que si no... ;)
ResponderEliminar¿cuanto cobran los administradores judíos por la entrada a cada "campo"? Te recuerdo sensible viajero que la gente reclusa en esos y otros muchos campos fue tanto alemana como de otros países ¿por que solo los judíos siguen sacando rédito de ello? Toda la literatura, cine, política israelí, reparaciones de guerra etc han ido a parar a manos judías. Investiguen de verdad en los archivos y verán que los judíos fueron una minoría, la cruz roja internacional que supervisaba los campos según la convención de la Haya (los soviéticos ni la firmaron ni se acogieron) da una cifra de 340000 muertos en los campos alemanes. ¿Comfiamos en cruz roja o en la propaganda soviética de guerra? Y como muy bien dices, millones de alemanes y gente que colaboró en otros países fueron encerrados en los mismos campos tras la guerra. Investiguen y no se crean todo lo que se ve, Espilberg es un maestro y sin embargo hace ficción no historia (malditos bastardos etc) Por cierto, también es judío como la mayoría de directores y productores de Holywood
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