Ana, el Támesis, el Big Ben y el Parlamento británico. No es mala foto. Allí, dentro de ese parlamento, lleva años analizándose el controvertido "cheque escolar". Y por gobiernos socialistas; el asesor en esta cuestión de Tony Blair visitó Milwaukee, la Meca de los defensores del cheque. (El alcalde de Milwaukee devolvió la visita).
La idea nace de uno de los grandes economistas ultraliberales, Milton Friedman, que la da a conocer en su artículo de 1955 "The Role of Government in the Education", recogido en su obra Economics and the Public Interest. La oportunidad se presentó cuando el huracán Katrina desoló Nueva Orleans, y al Estado le agradó la idea de no haber de reconstruir cientos de escuelas e institutos.
La idea, en realidad, es sencilla: el Estado entregará cada curso a las familias un cheque que cubrirá los gastos educativos. Repárese en la peculiaridad: el Estado continúa financiando la educación, es decir, ésta continúa siendo completamente gratuita para los ciudadanos, pero ya no invierte el dinero en una red pública, sino que lo entrega directamente al beneficiario. Educación pública pero sin red pública, podría ser el eslogan. Así, la tan cacareada "tercera vía" habría encontrado su lugar en política educativa; los liberales acérrimos pueden estar contentos, ya que, aunque el Estado continúa sufragando la educación vía impuestos, ya no será poseedor de centros educativos; y los pro-estatistas convencidos cederán la titularidad pública de la red, pero obtienen a cambio educación sufragada por el Estado. Cuando esto se aplicó en Nueva Orleans, mientras la reparación de la red eléctrica, de alcantarillado y otras cosas avanzó a ritmo tortuguiano, la red escolar fue rápidamente adquirida por los nuevos propietarios y en 19 meses se hallaba a casi pleno rendimiento.
Tras Nueva Orleans llegó Cleveland, Milwaukee, Arizona, Florida, Filadelfia, Washington DC, Nueva York City; en Europa: Suecia, Irlanda y Holanda; en Sudamérica: Chile; en Asia: Hong Kong. (Eso que yo sepa). Gran Bretaña parece el próximo candidato. (Ah, si lo que se están preguntando es cuánto dinero, exactamente, da el cheque, la respuesta es que en la mayoría de los estados andaba entre los 2.500 dólares de mínimo y los 4.000 de máximo, según la renta familiar).
Donde se plantea el voucher, se suscita una enorme polémica. Los sindicatos de profesores son los máximos oponentes. Arguyen, generalmente, que el cheque no es más que una forma de financiar a quienes ya estudian en la red privada (un dato: en Arizona, el 76% de los cheques se entregaron a niños que ya estudiaban es insituciones privadas). Los defensores apelan a la libertad de elección que se le abre al alumno desde ese momento: con su cheque, elige el centro que le parezca.
Maticemos algo más la cuestión. El cheque se instaura en lugares donde se les ofrece a los centros privados adherirse a dicha política o no, pero si se adhieren no pueden cobrar más de lo que el cheque ofrece, para que la familia no deba aportar ni un céntimo más. En algunos lugares - como se está planteando Gran Bretaña - , incluso se respeta la red pública, y el alumno puede elegir a qué instituto/colegio acudir, uno de los públicos o de los privados dentro de la red del cheque.
¿Alguien puede estar en contra de una privatización tan bellamente realizada? Sí, sí se puede. Veamos. ¿Quién posee centros educativos aparte del Estado? Existe alguna cooperativa o propietario por ahí, pero, en general, se trata de organizaciones religiosas. ¿Quién no ha tenido un amigo en los salesianos, franciscanos, maristas, etc.? Un dato empírico: en Cleveland, el 96% (¡!) de los alumnos beneficiarios del cheque lo entregaron a un centro religioso.
A mí me recuerda a aquello que le espetaba un diputado socialista, en la II República, a uno conservador que defendía vehementemente la libertad de elección de centro y de red: "No me vengan ustedes", decía, "con eso de la libertad de elegir centro; porque ya sabemos, en educación, lo que ha significado eso siempre: los niños para los curas."
Es cierto que, cuando un centro educativo decide aceptar el cheque, no puede discriminar por razones de religión, raza, etc. Y, como dicen los defensores del cheque: si se abriera de esta manera el mercado de la enseñanza, florecerían los centros educativos en manos privadas y laicas. Quizá. Dado el capital necesario, lo dudo, pero quizá. Y, en todo caso, de momento, ¿qué supondría el cheque? Una impresionante inyección de dinero público en las arcas de la Iglesia. De hecho, el caso llegó a la Corte Suprema de los EE.UU., que hubo de decidir si el cheque suponía una violación de la Constitución estadounidense, que prohíbe que ninguna ley beneficie una religión. La demanda venía del plan de Cleveland, que entregaba, concretamente, 2.250 dólares anuales a las familias elegidas (por cierto, por sorteo, dado que fueron muchas más la familias que deseaban acogerse al cheque que el dinero disponible). La Corte Suprema dictaminó que el cheque no viola la Constitución, pero sólo 5 jueces contra 4.
No toda la política de cheques tiene por qúe funcionar igual. En realidad, la de Milwaukee - la envidiada por Blair - es deseada por buena parte de los más acérrimos pro-estatistas; reciben el cheque las familias de ingresos más bajos. Sus niños, así, pueden acceder a centros de calidad contrastada.
¿Y los resultados? No me atrevo a pronunciarme. En EE. UU., especialmente, han proliferado los estudios en los lugares donde funciona el cheque; y las instituciones han intentado obrar con total transparencia, facilitando toda la información e, incluso, iniciando estudios propios que hacen públicos en sus páginas web. Pero basta leer un informe que parece demostrar que el cheque funciona para que aparezca otro desmintiéndolo. Buceen ustedes por ahí y fórmense su opinión. En principio parece que, si ha habido mejora o empeoramiento, no ha resultado espectacular.
Admiro en el cheque esa apertura de los centros educativos a la competencia a la vez que mantienen una educación sufragada por el Estado. Deploro la transferencia de fondos públicos a instituciones religiosas y, aún más, la posible transferencia de alumnos a instituciones religiosas.
Ahora, una vez que se instaura el cheque escolar, ¿existe educación pública? No, propiamente hablando, digo yo, dado que la titularidad de los centros es privada. Sí, dice Ana, dado que el proveedor del servicio, estrictamente hablando, es el Estado, que, finalmente, paga. Pero no paga, añado yo, vía centro, sino vía familia. ¿Y qué?, dice Ana. Y se abre así un debate largo, a pesar de lo bizantino. O quizá por ello. Y, claro, entre el debate y los horarios estúpidos de comidas y cenas a los que nos hemos habituado los españoles, nos han cerrado todas las cocinas londinenses. Siempre nos pasa igual.
La idea nace de uno de los grandes economistas ultraliberales, Milton Friedman, que la da a conocer en su artículo de 1955 "The Role of Government in the Education", recogido en su obra Economics and the Public Interest. La oportunidad se presentó cuando el huracán Katrina desoló Nueva Orleans, y al Estado le agradó la idea de no haber de reconstruir cientos de escuelas e institutos.
La idea, en realidad, es sencilla: el Estado entregará cada curso a las familias un cheque que cubrirá los gastos educativos. Repárese en la peculiaridad: el Estado continúa financiando la educación, es decir, ésta continúa siendo completamente gratuita para los ciudadanos, pero ya no invierte el dinero en una red pública, sino que lo entrega directamente al beneficiario. Educación pública pero sin red pública, podría ser el eslogan. Así, la tan cacareada "tercera vía" habría encontrado su lugar en política educativa; los liberales acérrimos pueden estar contentos, ya que, aunque el Estado continúa sufragando la educación vía impuestos, ya no será poseedor de centros educativos; y los pro-estatistas convencidos cederán la titularidad pública de la red, pero obtienen a cambio educación sufragada por el Estado. Cuando esto se aplicó en Nueva Orleans, mientras la reparación de la red eléctrica, de alcantarillado y otras cosas avanzó a ritmo tortuguiano, la red escolar fue rápidamente adquirida por los nuevos propietarios y en 19 meses se hallaba a casi pleno rendimiento.
Tras Nueva Orleans llegó Cleveland, Milwaukee, Arizona, Florida, Filadelfia, Washington DC, Nueva York City; en Europa: Suecia, Irlanda y Holanda; en Sudamérica: Chile; en Asia: Hong Kong. (Eso que yo sepa). Gran Bretaña parece el próximo candidato. (Ah, si lo que se están preguntando es cuánto dinero, exactamente, da el cheque, la respuesta es que en la mayoría de los estados andaba entre los 2.500 dólares de mínimo y los 4.000 de máximo, según la renta familiar).
Donde se plantea el voucher, se suscita una enorme polémica. Los sindicatos de profesores son los máximos oponentes. Arguyen, generalmente, que el cheque no es más que una forma de financiar a quienes ya estudian en la red privada (un dato: en Arizona, el 76% de los cheques se entregaron a niños que ya estudiaban es insituciones privadas). Los defensores apelan a la libertad de elección que se le abre al alumno desde ese momento: con su cheque, elige el centro que le parezca.
Maticemos algo más la cuestión. El cheque se instaura en lugares donde se les ofrece a los centros privados adherirse a dicha política o no, pero si se adhieren no pueden cobrar más de lo que el cheque ofrece, para que la familia no deba aportar ni un céntimo más. En algunos lugares - como se está planteando Gran Bretaña - , incluso se respeta la red pública, y el alumno puede elegir a qué instituto/colegio acudir, uno de los públicos o de los privados dentro de la red del cheque.
¿Alguien puede estar en contra de una privatización tan bellamente realizada? Sí, sí se puede. Veamos. ¿Quién posee centros educativos aparte del Estado? Existe alguna cooperativa o propietario por ahí, pero, en general, se trata de organizaciones religiosas. ¿Quién no ha tenido un amigo en los salesianos, franciscanos, maristas, etc.? Un dato empírico: en Cleveland, el 96% (¡!) de los alumnos beneficiarios del cheque lo entregaron a un centro religioso.
A mí me recuerda a aquello que le espetaba un diputado socialista, en la II República, a uno conservador que defendía vehementemente la libertad de elección de centro y de red: "No me vengan ustedes", decía, "con eso de la libertad de elegir centro; porque ya sabemos, en educación, lo que ha significado eso siempre: los niños para los curas."
Es cierto que, cuando un centro educativo decide aceptar el cheque, no puede discriminar por razones de religión, raza, etc. Y, como dicen los defensores del cheque: si se abriera de esta manera el mercado de la enseñanza, florecerían los centros educativos en manos privadas y laicas. Quizá. Dado el capital necesario, lo dudo, pero quizá. Y, en todo caso, de momento, ¿qué supondría el cheque? Una impresionante inyección de dinero público en las arcas de la Iglesia. De hecho, el caso llegó a la Corte Suprema de los EE.UU., que hubo de decidir si el cheque suponía una violación de la Constitución estadounidense, que prohíbe que ninguna ley beneficie una religión. La demanda venía del plan de Cleveland, que entregaba, concretamente, 2.250 dólares anuales a las familias elegidas (por cierto, por sorteo, dado que fueron muchas más la familias que deseaban acogerse al cheque que el dinero disponible). La Corte Suprema dictaminó que el cheque no viola la Constitución, pero sólo 5 jueces contra 4.
No toda la política de cheques tiene por qúe funcionar igual. En realidad, la de Milwaukee - la envidiada por Blair - es deseada por buena parte de los más acérrimos pro-estatistas; reciben el cheque las familias de ingresos más bajos. Sus niños, así, pueden acceder a centros de calidad contrastada.
¿Y los resultados? No me atrevo a pronunciarme. En EE. UU., especialmente, han proliferado los estudios en los lugares donde funciona el cheque; y las instituciones han intentado obrar con total transparencia, facilitando toda la información e, incluso, iniciando estudios propios que hacen públicos en sus páginas web. Pero basta leer un informe que parece demostrar que el cheque funciona para que aparezca otro desmintiéndolo. Buceen ustedes por ahí y fórmense su opinión. En principio parece que, si ha habido mejora o empeoramiento, no ha resultado espectacular.
Admiro en el cheque esa apertura de los centros educativos a la competencia a la vez que mantienen una educación sufragada por el Estado. Deploro la transferencia de fondos públicos a instituciones religiosas y, aún más, la posible transferencia de alumnos a instituciones religiosas.
Ahora, una vez que se instaura el cheque escolar, ¿existe educación pública? No, propiamente hablando, digo yo, dado que la titularidad de los centros es privada. Sí, dice Ana, dado que el proveedor del servicio, estrictamente hablando, es el Estado, que, finalmente, paga. Pero no paga, añado yo, vía centro, sino vía familia. ¿Y qué?, dice Ana. Y se abre así un debate largo, a pesar de lo bizantino. O quizá por ello. Y, claro, entre el debate y los horarios estúpidos de comidas y cenas a los que nos hemos habituado los españoles, nos han cerrado todas las cocinas londinenses. Siempre nos pasa igual.
Esto responde claramente a un interés por desmontar lo público, a una política neoliberal o ultracapitalista por cargarse el estado del bienestar; pero sin ninguna de las ventajas liberales -de esas ventajas que siempre sus defensores las están defendiendo-; porque los poderes públicos seguirán obteniendo el dinero necesario para hacer frente al cheque escolar de los impuestos que continuaremos pagando todos los ciudadanos, esta vez para que se beneficien los amiguetes que tienen empresas privadas. ¿Dónde está el liberalismo?
ResponderEliminarEnhorabuena por sacar de nuevo temas de actualidad que dan lugar al debate.
ResponderEliminarDesde mi pobre conocimiento de las experiencias que se están realizando en otros países, tengo que decir que me situo completamente en contra de la posibilidad del cheque educativo.
En primer lugar porque el Estado no puede ser un simple suministrador de cheques sino que tiene la obligación de mantener una red de servicios públicos adecuados y entre ellos de los más básicos sin duda es la educación. Esto ni siquiera tiene que ver con derechas o izquierdas.
Por otro lado, conviene decir que cada vez que el Estado reniega de alguna de sus prerrogativas, y dá cheques, los ciudadanos perdemos derechos democráticos que todos sabemos lo que han costado conseguir.
Además, en el caso concreto español, nos llevaría de nuevo a la educación de la dictadura, con una enseñanza controlada por la jerarquía católica. Mi madre a pesar de asistir a un Instituto Público me cuenta que la primera actividad del día era la misa, y que al comenzar ésta, las puertas del centro se cerraban de manera que quien no llegaba a la celebración no podía asistir a las clases. Y ahí están los datos según los cuales más del 90% de los centros no públicos son de la Iglesia Católica.
Me surge también la duda de quien garantizaría la calidad del profesorado cuando todos sabemos que en la enseñanza privada prima el amiguismo, los conocidos y familiares, los antiguos alumnos, lo que denominamos enchufismo en definitiva.
Y en ese sistema del cheque, ¿quien garantizaría los derechos de los rabajadores de la enseñanza?. En el periódico encontramos a diario que los curas han echado a profesores por cosas como divorciarse de sus parejas, incluso leí una vez que habían echado a uno por verlo tomando unas cervezas en un bar en su tiempo libre.
Tampoco comprendo porqué el Estado tiene que sufragar las empresas privadas independientemente de su titularidad, contraviniendo el derecho de los ciudadanos de controlar lo que pagamos vía impuestos.
Has hablado de las cooperativas de enseñanza. Una vez me informé sobre una y lo primera que pedían a los posiblres profesores no era un buen C.V. sino poner en mano 60.000 euros para poder trabajar allí.
Así en ese mundo del cheque escolar, los profesores si no son de misa diaria o tienen una buena cantidad en metálico donde irían, porque ya sabemos que los centros extranjeros aunque sean laicos traen al personal de fuera.
Por cierto que no sé si la enseñanza británica actual puede ser una referencia porque ví en la tele que pensaban sustituir a los profesores de baja por enfermedad con porteros de discoteca.
Saludos.
Estoy de acuerdo con que el cheque genera problemas en torno al control de la calidad del profesorado y, sobre todo, del poder que otorgaría en materia educativa a la Iglesia, como he intentado explicar. Con todo, no olvidemos que esas cuestiones son subsanables. En países como Suecia, junto con el cheque entraron en juego miles de inspectores. El cheque allí es tanto educativo como sanitario y parece que funciona bien. Por otro lado, se puede decretar que el cheque sólo se utilice para centros aconfesionales. Incluso para la red pública, fomentando la competencia dentro de ésta.
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con consideraciones acerca de que el cheque desmonta el Estado de Bienestar (o derechos democráticos, ¿?). Creo que supone no entender la parte más brillante de la idea del cheque. El Estado no hace dejación de deber alguno: continúa sufragando la educación de sus ciudadanos céntimo sobre céntimo. Sólo que ahora lo hace de otra manera. Es hora, igual, de analizar las cuestiones sin prejuicios.
Sí, pero hablamos de España, un país lleno de pícaros y corruptos, con una mentalidad que no se parece nada a la de los suecos. Aquí, el cheque daría carta blanca a los que de la educación hacen motivo de lucro. Y sé de lo que hablo. Para mi desgracia he estado veinte años en un colegio privado- concertado y he visto cada cosa...
ResponderEliminarOtra cuestión, como apuntas, es que se use sólo para la escuela pública. Sería un incentivo para mejorar la oferta y la calidad de centros y profesores. En eso estoy totalmente de acuerdo.
Un saludo.