Irlanda es el país para vivir actualmente. Hay riqueza. Yo, con mis ingresos a la española, en una semana, casi me arruino. Todo está carísimo, y los sueldos están acorde. ¿Cómo puede ser tan rico un país que en los años 70 aún estaba generando una cantidad ingente de emigración? Estamos hablando de un país que hizo caer el desempleo, en unos pocos años, del 17% al 4%. De un país cuyo crecimiento del PIB en, por ejemplo, 2003, fue un 136% mayor que el de los 15 de la UE. ¿Cuál es el secreto? La respuesta no gustará a quienes sientan tendencias anti-mercado.
En primer lugar, el Estado dejó de ser la gran ubre. El gasto público se redujo en un 16%.
En segundo lugar, se produjo la polémica rebaja en el impuesto de sociedades. Se fijó en un 10% para las empresas de manufacturas y para las que tuvieran comercio internacional. Europa ladró enfurecida e Irlanda reaccionó colocándolo en el 12'5%, eso sí, para todas las empresas. (Tengamos en cuenta que en Europa se paga alrededor de un 39% y en EE.UU. de un 37%). La mayor riqueza la han aportado las empresas del ramo de las telecomuncaciones y la informática: IBM, Motorola, Intel, etc.
En tercer lugar, los impuestos han descendido drásticamente también para los particulares. En 1985, el tipo impositivo más alto - o sea, lo que pagan los mega-ricos - estaba en el 65%; cuatro años más tarde, en el 56%. En 2001 ya iba por el 44%. Aparte del tipo más alto, el tipo medio estaba en el 32% en 1989 y en el 22% en 2001.
En cuarto lugar, han sabido sacarle partido a su riqueza paisajística. Los vuelos suelen ser baratos y el país se ha plagado de "Bed and Breakfast", repletos de ingleses y americanos, aparte del resto de europeos. Apenas se han construido autovías, para evitar el impacto medioambiental. La sensación conduciendo por Irlanda es extraña; atraviesa uno mansiones (de antiguos pescadores), entre auténticos cochazos, por estrechas y curvosas carreteras secundarias.
En quinto lugar, la política por la recuperación de "la lengua propia" no los ha cegado hasta el punto de no fomentar el turismo lingüístico. Son miles los europeos que viajan cada verano a Irlanda a aprender inglés.
En la foto, Ana frente al mítico Temple Bar de Dublín. Celebramos allí la Nochevieja. Yo pido un Irish coffee, al que soy gran aficionado desde hace años. Exquisito (aunque no por ser Irlanda los encontré muy allá en general). Ana pide un Baileys - como a casi todas las mujeres, le encanta esa crema dulce y empachosa - , que lo fabrican allí, a unas pocas calles de distancia. Le ponen un dedo y cobran 7 euros. "Perdona", le digo al camarero, que había estado practicando su español con nosotros, "echa un poco más, ¿no?", "No, en España es diferente, aquí, en Irlanda, el Baileys se sirve en chupito".