Hay una tiendecita en el centro de Weimar, para seguir con tan encantador lugar, donde pueden ustedes adquirir, verbigracia, un juego como el que ven en la fotografía. Es decir, a un precio muy razonable se van ustedes con un juego completo de los billetes de la antigua RDA, y con el placer de haberlos adquirido en plena ex-RDA.
El oportunismo de los políticos suele ser estratosférico, pero hay casos que merecen una reseña. Imagine, por ejemplo, que usted es socialista convencido, y piensa, consiguientemente (como yo, sin serlo), eso de que la religión es el opio del pueblo; utilizando las palabras del mismísimo Karl Marx:
La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el opio del pueblo, es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. (En Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, de 1844).
No obstante, en su República Socialista le han caído en suerte los territorios que, a la sazón, fueron las entrañas mismas de la Reforma. Le ha caído en suerte la ciudad natal de Lutero y todos los lugares, no pocos, por los que anduvo primero estudiando y luego reformando. Incluso el monasterio-castillo en el que der Reformator, como por allí se lo conoce, tradujo la Biblia al alemán, forjando así esta noble lengua:
Hablo del Castillo de Wartburg, con espléndidas vistas sobre el bosque turingio y donde, por un precio claramente excesivo, lo meten a usted en la alcoba de Lutero en un grupo con devotos protestantes, siempre más modestos en esto de las celebraciones pero, a juzgar por los visitantes, igualmente mitómanos. Eso sí, ya, después aprovecha uno para bajar a la ciudad, Eisenach, sorprendente - justo Patrimonio de la Humanidad - y hacerse un café frente a la casa donde Lutero estudió de adolescente:
¿Va usted a alguien de Erfurt o de Eisenach - como a los meapilas de los polacos - a cerrarle las iglesias noles volens? No, es más fácil al revés. Se hace de Lutero casi un comunista. Así, en la revista oficial del régimen, Neues Deutschland, se leía en junio de 1980: "Él fustigó las maquinaciones de las sociedades por él denominadas 'monopolios'. (...) Lutero conminó a las autoridades estatales a expropiar a semejantes compañías." Y, así, entre crítica a los monopolios y canto a las expropiaciones, Lutero queda - difusamente, eso sí - fichado para la causa.
Pero no, a quien ven ustedes en el billete de 5 Marcos no es Lutero, es Thomas Münzer, otro reformador, también turingio, que levantó en armas a los campesinos para luchar contra los señores tiránicos. No dejaba , empero, de ser un místico empeñado - y tiránico él en su empeño - de construir una teocracia cristiana.
Pero el dinero da mayores sorpresas. Ahí tienen, radiante, a Marx en el billete de 100 Marcos. En un billete - y de 100 - quien escribía esto:
El dinero es (…) el poder alienado del hombre, su actividad vital subastada. El dinero es el valor humano expresado en cifras, es la señal de nuestra esclavitud, el estigma indeleble de nuestra servidumbre. Los hombres que pueden ser comprados y vendidos sólo son esclavos. (En La Cuestión Judía).
Deliciosa paradoja. Bueno, Thomas Münzer acabó torturado y decapitado por un ejército de esos señores tiránicos que, mire por dónde, se hallaba secundado por Lutero. Los reformadores-comunistas tienen, también, derecho a matarse entre ellos.
Tampoco es paradoja pequeña la presencia de Goethe en la colección. Por abajo, el reformador Münzer y la comunista Clara Zetkin; por arriba, Engels, Marx, una familia con termitera al fondo y el escudo de la DDR: él, con extraviados ojos, parece preguntar, ¿pero qué hago yo aquí? Y, una vez más, el oportunismo es la respuesta.
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