Balseros es un documental excepcional. Fue obra de la televisión catalana, TV3, que siguió las peripecias de siete balseros cubanos. Primero en la isla, preparando la huida y, después, tras la consumación de ésta, en EE.UU. Los hechos transcurren en el verano de 1994. Se filmó, incluso, en Guantánamo, donde algunos de ellos pasaron una temporada. El documental adquiere la categoría de sublime por la hazaña de localizar a estos siete refugiados siete años después de haber pisado tierra estadounidense. El espectador puede ver, entonces, qué fue de siete almas venidas del paraíso socialista en la jungla del capitalismo salvaje. Hay de todo. Y, descuiden, no introduciré spoiler alguno aquí: sigan leyendo. Les invadirá, eso sí, la sensación de que, desde luego, los caminos del Señor son inescrutables.
El documental comienza con las palabras de uno de los aspirantes a prófugo, donde cuenta que "el verano de 1994 fue un verano muy fuerte en Cuba". Resulta que "al caerse la Unión Soviética, hubo un declive en Cuba, en la economía, totalmente; entonces el pueblo cubano se cansó, se cansó, estaba ya cansado de tanta escasez, de tanta falta de esto, falta de lo otro." Aparece entonces Fidel Castro afirmando que dará instrucciones a los guardacostas para que no impidan la salida de las embarcaciones hacia EE.UU., y un grupo de pro-castristas gritando "que se vayan, que se vayan".
Se pueden ver, también, las colas ante la Embajada de EE.UU., y la consiguiente frustración, e ira, cuando ésta no suelta de buenas a primeras el visado. "La única opción que me queda es tirarme al mar, se lo digo pra que lo sepan", sentencia circunspecto otro futuro balsero, cuya embarcación, nos cuenta, lleva el nombre de su hija, que, con su madre, atravesó ya el estrecho de Florida. Y se van las gentes a acompañar a los balseros hasta la costa, en una procesión jubilosa y multitudinaria - "parecía que se iba una personalidad a nivel mundial", dice otra futura emigrada - .
EE.UU., como se sabe, no dedica, a pesar de sus grandes desigualdades sociales (o quizá por ello), grandes presupuestos para la lucha contra la pobreza. Su gasto social en personas no mayores es, en concreto, del 2'8% (del PIB); el siguiente más bajo en la OCDE es el de Gran Bretaña, y es ya del 6'4%; Alemania, por ejemplo, lo tiene en el 8'9%; Canadá en el 6%. La añorada Suecia, en el 12'6%. (Datos del año 2000, pero han variado poco). Ahora bien, viendo el documental, pensaría uno que ni falta que les hace dedicar más. La acogida de los inmigrantes por organizaciones religiosas resulta espectacular. Una pareja, por ejemplo, es ubicada en una enorme casa, estado de Connecticut, cuyo alquiler, según les explican, lo tienen pagado por la organización hasta que ellos encuentren un trabajo, incluídos los recibos de agua, luz, calefacción y teléfono. A partir de ese momento, ellos se habrán de hacer cargo de los gastos progresivamente. (Tiempo después, la casa, se nos dice, es ocupada por inmigrantes de Kosovo).
Pero la protección castrista queda ahora lejos y algunos de ellos se resienten. Una mujer relata que su primer trabajo, en Miami, implicaba trabajar los siete días de la semana y, económicamente, "no daba". "Ahí me di cuenta", añade, "de que este país es duro, demasiado duro, diría yo".
Hay una conversación de una pareja que no tiene desperdicio.Ella no lleva bien el sistema capitalista, él parece deseoso de trabajar y ahorrar. Miran coches de segunda mano. Ella apuesta por uno que a él le parece demasiado caro. Se produce un tira y afloja. Ella dice que se aburre y que precisa, urgentemente, un coche para ir a algún sitio a bailar.
Ella: Cuando tengamos un carro, entonces dirás "no se puede gastar dinero, Misclaia, porque mira, este mes hay que pagar el seguro del carro, hay que pagar la casa, hay que pagar el teléfono, hay que pagar esto, hay que guardar dinero. No podemos salir este fin de semana. Y la semana que viene hay que pagar el seguro del carro, hay que pagar esto, hay que pagar lo otro, hay que pagar aquí y hay que pagar allá. No se puede salir".
Él: Y en Cuba, ¿qué tenías en Cuba? Na'. No tenías carro, no tenías casa, no tenías libertad. Aquí llevamos 7 meses.
Ella: Pero me metía en una discoteca y bailaba; me iba para la playa, con una bicicleta, pero me iba.
Él: La vida esta tiene un precio. Él encontrará trabajo, posteriormente, en un taller. Cuando acarrea la cámara del neumático de un camión, dice: "Los americanos no se creen que yo vine en un tubo como éste. Se lo digo y me dicen que eso es mentira. Tengo ganas de tener la foto para enseñárselo".