jueves, 4 de marzo de 2010

Revisitando a mi amigo el liberal - ni anarco ni igualitarista: clásico -

Trinity College, en Dublín, es una universidad, no una catedral y, sin embargo, aloja cosas como la de la fotografía. Es, el Trinity, de lo más bonito que encuentra uno en Dublín, una ciudad, por lo demás, pequeña y con pocos atractivos para el visitante. Alberga el Trinity, claro, una estatua de Edmund Burke, a quien mi amigo el liberal - de quien ya he hablado aquí - critica en sus conferencias. Tuve, el otro día, ocasión de oirlo en una nueva charla, que alguien se ha encargado de resumir.(Ábranse, a partir de aquí, comillas, que sólo habrán de cerrarse al final.Las cursivas responden a oraciones literales del ponente.)

La teoría económica de Adam Smith no fue nunca satisfactoria, ni tan siquiera para explicar su propia época y país. Esto se debe, en gran medida, al oneroso peso que sobre el pensamiento económico posee la teoría del valor-trabajo, esto es, de que sólo el factor trabajo genera riqueza (añade plusvalía a una mercancía o servicio).

Esta idea aparece tanto en Adam Smith, Locke o, por supuesto, Marx. Esto, a su vez, lleva a pensar que existen actividades productivas (como la agricultura) y actividades improductivas (como los servicios).

Y tercer error al que A. S. se ve arrastrado por la teoría del valor- trabajo: la idea de que existe una especie de precio natural de las cosas.

Una vez dicho esto, el ponente delineó las diferencias fundamentales entre un pensamiento conservador (como Burke) y uno liberal. La clave estaría en que el conservador se esfuerza por mantener el statu quo, un cierto consenso moral dentro de una sociedad. La función del Estado sería, aquí, la de controlar y encauzar dichos cambios. Así, existirán conservadores más apegados a la idea del Estado como controlador (los neocon) o más dispuestos a admitir el papel de simple encauzador (como Fukuyama) pero, en todo caso, se defiende un Estado que garantice un orden social lo más armonioso posible.

El liberal, en cambio, no teme la ruptura del orden social. El liberal no sueña – en clara diferencia, por ejemplo, al cada vez más conservador Sartori – con una sociedad donde impere una única moral (ni tan siquiera lo considera deseable). El monismo moral es falso.

En esta tradición liberal se distinguió entre tres corrientes:

1)   Anarcoliberalismo. Éste rechaza la existencia del Estado. La propiedad privada (o la vida o lo que se deba proteger) se protege mediante asociaciones voluntarias de los ciudadanos o contratadas por éstos. Pero, como ya señalara Nozick, esto al final conllevaría la aparición del Estado. O, simplemente, que la vida se convierta en la lucha de diferentes mafias por tomar el poder absoluto. Los problemas de acción colectiva conllevan, ineludiblemente, la aparición del Estado.

El Estado, según el ponente, surge en una colectividad medianamente grande y compleja de manera natural, como surge el dinero (en Auschwitz el tabaco hizo dicha función), la escritura o el Derecho. Este liberalismo se califica, pues, siguiendo a Buchanan de “espejismo conceptual”.

2)   Liberalismo igualitarista. (El de los liberals norteamericanos). Se busca una cierta igualdad entre los ciudadanos; los valores morales que hacen de guía son, especialmente, éstos: imparcialidad, dignidad, respeto y fraternidad.

El problema con este liberalismo es que la igualdad es una pasión insatisfacible. ¿Dónde permitiremos algún tipo de disigualdad? Porque: ¿son todas las desigualdades injustas? Alimentar al hambriento no es necesariamente un acto justo.

El camino de este liberalismo sabemos a dónde conduce: Eliminar todas las desigualdades supone un Estado que crecerá sin fin.

3)   Liberalismo clásico. Este se caracteriza por considerar la política como una actividad más entre muchas – está bien que haya gente a quien le interese la política, pero está bien, también, que haya gente a quien le interese más la oncología – . El Estado debe limitarse a asegurar que los individuos pueden dedicarse a lo que desean sin sufrir interferencias de otros individuos.

Este liberalismo parte de un pesimismo antropológico: la naturaleza humana es la que es y no es perfectible, pero los comportamientos dependen, en una grandísima medida, del contexto dado. ¿Eran los chinos antes gandules y un día su naturaleza se trocó en hacendosa? No, se vieron inmersos en un contexto capitalista que les llevó a trabajar como lo hacen en busca del beneficio buscado.

Este liberalismo defiende enconadamente la inevitabilidad (¿deseabilidad?) de que en una sociedad extensa se den diferentes concepciones de una vida plena y buena y diferentes respuestas a problemas sociales y políticos. Es por esto que el disenso en política es inevitables (¿positivo?) y no se debe intentar mitigar. Se ofrece el ejemplo de UPyD: ¿a qué tanta insistencia en que los 2 grandes partidos lleguen a pactos; no está claro que no parten de los mismos supuestos y, simplemente, deben gobernar cuando les toque siguiendo sus ideas? UPyD representa, como la mayoría de totalitarismos de toda laya ideológica - y salvando el abismo entre ambos - , la superación de la política como sueño de la razón.

Mi amigo el liberal, en el turno de preguntas, expresó su opinión, también, sobre el actual sistema educativo español - de sus palabras se desprende que no le parece haber alcanzado un nivel de exigencia óptimo - : es una mierda, dijo.

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