domingo, 3 de marzo de 2013

Dubai o la madre de todas las burbujas

Todo es lo más en Dubai. Todo es grandioso, todo es puro lujo. Pasa uno junto al Burj Khalifa, el edificio (hotel, en concreto) más alto del mundo y no puede uno evitar disparar la cámara:


Uno puede caminar poco, debido al calor canicular en puro Golfo Pérsico, en Dubai. No existen los autobuses y sólo hay dos líneas de metro bastante inútiles a efectos turísiticos. El medio de trasporte dubaití es, pues, el taxi. Los taxis son ubicuos -conducidos siempre por emigrantes, paquistaníes, de Sri Lanka, Malasia- y de un barato que pasma. De inmediato, pues, Ana y yo nos encuentramos frente al hotel más caro del mundo, el Burj al Arab:


Efectivamente, sólo los residentes tienen acceso al hotel. A los menos privilegiados nos toca hacernos la foto desde la lejanía. Fíjense en el detalle de la pequeña plataforma. Se trata de un helipuerto; el hotel puede recogerlo a usted en el aeropuerto y depositarlo en un momento en su habitación.

Dubai es una orgía de construcción megalómana llevada a cabo por inmigrantes de países asiáticos (los dubaitíes son todos funcionarios) a los que se mantiene en condiciones de esclavitud. Se han construido miles y miles de apartamentos de lujo, decenas de hoteles de lujo, cientos de restaurantes de lujo (normalmente dentro de los centros comerciales, lugares en los que, dado el calor afuera, se desarrolla la vida en Dubai). Uno observa, desde el taxi, ese desenfreno inmobiliario envuelto en la calima del Golfo y en la arena en suspensión del desierto vecino y se pregunta si no resultará una burbuja del tipo español.

Por supuesto que lo resultó. Dubai quebró en 2009 y su vecino Abu Dhabi hubo de rescatar al país, petrodólares mediante, de la quiebra absoluta. Los Emiratos se ayudan entre sí. Abu Dhabi tiene el petróleo y Dubai pretende tener el turismo. De hecho, el festín constructor ha continuado, un tanto ralentizado, pero aún tenaz, desde aquel amago de quiebra.

Tampoco se confundan; Dubai es islámico. Fuera de los hoteles, no encontrará usted alcohol. El Ramadán se respeta escrupulosamente. De entrante, sirven dátiles. Las mezquitas son numerosas y bien nutridas. Los juguetes de los niños dan fe de que esto es, a pesar de las apariencias, Islam:


Desde nuestro hotel se avista, en lontananza, el Burj al Arab, la burbuja insostenible, el Dubai grandioso y un tanto kitsch. Pero se avista, sobre todo y permítanme que vuelva sobre el tema, el prodigioso atardecer del desierto:


La madre de todas las burbujas, la madre de todos los esclavismos, la madre de todos los clasismos pero, gracias a Alá, la madre, también, de todos los crepúsculos.

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