Working on a Dream
Bruce Springsteen
Me envía esta foto un amigo que anda trabajando en Marruecos. Anda la empresa instalando una tubería de no sé qué debajo del agua y él aprovecha al final de la jornada para pasear por la playa. Levantino de pura cepa, la playa cincelada en el alma. Me envía amablemente esta instantánea acompañada del comentario: "fíjate, aparcan sus camellos como nosotros nuestros coches". Me dice que la cosa anda tranquila en Marruecos, al menos, en Tánger. Me cuenta que siendo ésta un importante foco turístico, la presencia policial es más que considerable, lo cual sirve de contención a los potenciales alborotadores.
Liquidar un régimen dictatorial, tirando a totalitario, desde la calle y sin armas, debe de ser una labor harto complicada. Hace uno memoria y pocos casos más se vienen a las mientes aparte de la célebre caída de los regímenes comunistas en la Europa del Este. La caída del régimen de Túnez y de Egipto, y la previsible de Libia, demuestran, además, cuán imprevisible es el curso de la historia. Demuestran cuán acertado andaba Popper en su crítica al historicismo (la idea de que la Historia acaece según ciertos patrones que las ciencias sociales podrían descubrir). Demuestran, además, cuánto les queda a los filósofos por averiguar respecto al libre albedrío. Especialmente, al islámico.
Reseñable también la reacción obamita. Reseñable y admirable. Al contrario que la sempiterna y tediosa siesta dipomático-burocrática de Europa y Naciones Unidas. ¿Por qué ha salido Obama raudo en defensa de quienes pretenden destruir regímenes a los que él les soltaba el día anterior un dinero que ni siquiera tiene? La trágica dicotomía entre democracia o estabilidad en el Oriente ha sido históricamente resuelta por Washington apostando por esta última. Un dictador faldero que hiciera de muro de contención a males peores, especialmente el islamismo radical, ha sido visto con mejores ojos que la caja de Pandora de una urna en Alejandría, Túnez, Tetuán, Riad, Ammán. ¿El dictador no se muestra escrupuloso con los Derechos Humanos? Al fin y al cabo, quién no echa una canita al aire en su vida. Al invadir Iraq, sin embargo, Bush comienza a revertir esta tendencia. Bush ofreció un magistral discurso en la ONU donde afirmó que, para empezar, la supuesta estabilidad extra-democrática de Oriente era un espejismo (sic). Añadió que la adopción de la democracia en esa parte del mundo había ayudado, por lo general, a contener a los extremistas, y no a entregarles gobiernos.
Ahora bien, la invasión de Iraq y de Afganistán, no es ningún secreto, ha añadido leña al fuego del recelo, cuando no odio visceral, que una parte importante de Oriente siente hacia Estados Unidos (o hacia ciertas intervenciones). La administración Obama ha sabido que no había opción: o se estaba con quienes reclaman democracia, jugándose su vida, o, definitivamente, la hipocresía estadounidense resultaría imperdonable para muchos tunecinos, egipcios y libios; para el mundo entero.
En Yalta, Roosevelt dijo a su delegación que en Oriente había más de mil millones de personas de piel oscura gobernadas por un puñado de blancos. La situación es insostenible, pensó en voz alta, los EE.UU. deben ayudarlos a conseguir la independencia. ¿Por qué meterse en ese fregado?, le preguntó un asesor, ¿qué necesidad de enemistarnos con Gran Bretaña, Francia y tantos otros? Rossevelt le mantuvo la mirada y contestó: "porque más de mil millones de enemigos son peligrosos".
Muy bonito, muy emotivo, replica ahora el lector y dibuja una sonrisa sardónica. Pero ya veremos cuando más de cuarenta millones de egipcios acudan a las urnas bajo la vigilancia de los Hermanos Musulmanes. Ya conocemos el caso de Argelia, de Turquía. Célebre es la capacidad de Al Quaeda para la metástasis en la zona. Etc. Todo eso, empero, me lo dicen quienes nada han podido prever y predecir de estos acontecimientos. Hay gentes, en este instante, clamando en el mundo por la libertad y por la democracia, hay gentes trabajando en ese sueño y es nuestra responsabilidad apoyarlos. Y no lo es amargarles la fiesta precisamente nosotros, los españoles, quienes ya en una ocasión resumieron su celebérrima ansia de libertad bajo el grito de ¡vivan las caenas!
Ahora bien, la invasión de Iraq y de Afganistán, no es ningún secreto, ha añadido leña al fuego del recelo, cuando no odio visceral, que una parte importante de Oriente siente hacia Estados Unidos (o hacia ciertas intervenciones). La administración Obama ha sabido que no había opción: o se estaba con quienes reclaman democracia, jugándose su vida, o, definitivamente, la hipocresía estadounidense resultaría imperdonable para muchos tunecinos, egipcios y libios; para el mundo entero.
En Yalta, Roosevelt dijo a su delegación que en Oriente había más de mil millones de personas de piel oscura gobernadas por un puñado de blancos. La situación es insostenible, pensó en voz alta, los EE.UU. deben ayudarlos a conseguir la independencia. ¿Por qué meterse en ese fregado?, le preguntó un asesor, ¿qué necesidad de enemistarnos con Gran Bretaña, Francia y tantos otros? Rossevelt le mantuvo la mirada y contestó: "porque más de mil millones de enemigos son peligrosos".
Muy bonito, muy emotivo, replica ahora el lector y dibuja una sonrisa sardónica. Pero ya veremos cuando más de cuarenta millones de egipcios acudan a las urnas bajo la vigilancia de los Hermanos Musulmanes. Ya conocemos el caso de Argelia, de Turquía. Célebre es la capacidad de Al Quaeda para la metástasis en la zona. Etc. Todo eso, empero, me lo dicen quienes nada han podido prever y predecir de estos acontecimientos. Hay gentes, en este instante, clamando en el mundo por la libertad y por la democracia, hay gentes trabajando en ese sueño y es nuestra responsabilidad apoyarlos. Y no lo es amargarles la fiesta precisamente nosotros, los españoles, quienes ya en una ocasión resumieron su celebérrima ansia de libertad bajo el grito de ¡vivan las caenas!