lunes, 14 de junio de 2010

¿Qué idioma hablan los mejillones? (Historias belgas)

Las casas de los antiguos comerciantes, de ese estilo pintoresco, conforman un marco inigualable para la plaza. El río llega a la ciudad exuberante y alegre. Ésta lo recibe animada: se respira un ambiente  festivo-comercial. Se cuenta que el puerto le daba a la coroña española unos ingresos similares a los que recibía de Potosí. 

Hablo de Amberes. 

Es una mañana fresca de agosto. Tan fresca que, llegado el medio día, y cuando emprendíamos la vuelta a Bruselas, una nube, rabiosa e inclemente, se rompe entre estrépitos apocalípticos y comienza a descargar. Aprovechamos para comer; recalamos en un pueblo llamado Kronenbourg, del condado de Oostkramp. El estilo de vida tiene un aire más español: algunos comercios cierran a mediodía. 

La gastronomía de Holanda y Bélgica es realmente pobre. La materia prima puede ser de primera clase, pero no existe plato típico alguno. Ni carne ni pescado se hacen de manera peculiar. En realidad, hay un plato típico, uno solo. Comemos en uno de los pocos locales del lugar donde hacerlo y también allí el plato en cuestión goza de ubicuidad. Se trata de los mejillones. Yo siempre me he preguntado cómo puede alguien  civilizado ingerir una bolsa naranja rellena de tripas negruzcas, pero el hecho es que, especialmente las señoras, parecen disfrutar con su cazuela de mejillones. El cartel que anuncia el presunto manjar aparece en la puerta de la mayoría de restaurantes: mosselen.

El ambiente es familiar - el perro de los dueños recorre el local a sus anchas - y me permito preguntar a la dueña, señora oronda y de arreboladas mejillas, digna de un cuadro de Rembrandt, qué opina de la situación belga. Me dice que ella prefiere que el país continúe como tal, pero que si se rompe, tampoco le causaría mayor trauma. Anda liada - es sábado - y me envía al hijo, que, aunque demasiado joven para ser interesante, glosa el comentario materno añadiendo que flamencos y valones "somos muy diferentes". Subraya que el elemento lingüístico es fundamental: no se entienden, literalmente. 

La especialidad del lugar es una tortilla con tomate y champiñones dentro. Para mis escrúpulos, desde luego, muy preferible a los mejillones, pero un plato escaso para un día que comenzó pronto, así que entro en la panadería local en busca de refuerzos. A solas con la tendera, me atrevo de nuevo a inquirir. Extrañada, me pregunta de dónde y qué somos: "Journalists from Spain", mentimos a medias. La mujer es agradable y se extiende, e incluso cuando entra una clienta la azuza para que la conversación se enriquezca. De nuevo, la mujer dice que prefiere el país unido, pero que los valones deben despabilarse: "conozco gente"; dice, "que lleva 20 años en paro allí abajo". Aparece, de nuevo, la cuestión lingüística; la mujer hace mofa de los flamencos que, en la zona de la costa, según cuenta, hablan francés "para hacerse los elegantes". Ella, que denomina a su lengua "dutch", niega, ante mi pregunta, la posibilidad de que una Flandes independiente  se integrara en Holanda. Admite que la lengua es la misma ("o casi"), pero "somos de mentalidad muy diferente". Prácticamente la misma expresión utiliza respecto a los valones. "We are very hard-working", y me deja acabar la frase a mí: "and they aren't", pero ella sólo ríe. Dice, sin mucho fundamento, que yo entenderé mejor la situación porque es parecido a lo que sucede entre España y Cataluña.

La panadería se llama Bakkery de Knock y, según el cartel, fue fundada en 1882. 

Estoy bastante de acuerdo con quienes ven en el problema belga un problema de mala gestión, imprevisión, buenismo  y simple irracionalidad. Aunque añadiendo que, siendo cierto que Bélgica goza de un nivel de renta envidiable y de una alta calidad de vida, cierto también que Valonia no consigue despegar el vuelo, y permanece ruralizada y subvencionada. En tiempos, la situación fue inversa, y eran las voces valonas las que reclamaban la independencia, pero Flandes se desarrolló con un ímpetu tal que, ahora, tira del país entero. ¿Una vez más la Europa del Norte y la del Sur? ¿Otro caso, esta vez intracivilizatorio, de línea de fractura cultural, casi étnica?

Por otro lado, los parámetros no solamente económicos son relevantes. ¿Qué aliciente puede tener un valón para aprender flamenco? No lo hacen, y el resultado es que en el ejército, el soldado llega a no entender al oficial. La movilidad en el ámbito de la administración, como en educación, justicia o sanidad, es mínima. Al menos en el sentido Valonia - Flandes. 

De vuelta a Bruselas, envalentonado, vuelvo a la carga con el recepcionista del hotel. Un hombre de ademanes suaves y francófono. Es oriundo de Bruselas y, para mi sorpresa, dice que el país se ha hecho ingobernable y que, quizá, lo mejor sería la ruptura. ¿Y Bruselas?, le pregunto, pero llegan clientes y sólo le da tiempo a alzar los hombros. 

En Bruselas se goza de libertad lingüística: y sólo allí. Leyes lingüísticas atroces han laminado el francés en Flandes y el flamenco en Valonia. Se ha llegado a prohibir la emisión radiofónica o televisiva en la otra lengua, por no hablar de la enseñanza en ella. Leyes a las que en España no estamos, precisamente, deshabituados y sobre las cuales me escama, cada vez más, que pocas voces de la izquierda se pronuncien - tratándose, como se trata, de un aspecto fundamental para las personas: la lengua en la que quieren hablar; la lengua en la que quieren educar a sus hijos - . Muchos artículos contra la especulación, encuentra uno ahora en la prensa socialista, muy pocos contra el liberticidio lingüístico y el estúpido y dañino concepto de la subvención al doblaje, literatura, cine o conferencias en una lengua. Es más, ahora que se han puesto antifranquistas, podrían quejarse las leyes lingüísticas franquistas que rigen en nuestro país.

El cielo ya ha abierto y la lluvia ha dejado una tarde noche estival lozana. Paseamos por los rincones que ofrece la ciudad; rozagante se acerca la noche, rozagantes se abren los geranios y rozagante, como siempre, se presenta Ana. Por supuesto, no cenaré mosselen.

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