lunes, 5 de abril de 2010

De nuevo Polonia, de nuevo el Socialismo, de nuevo el IVA

Leo en una noticia de yahoo acerca de Polonia: "Los precios no son el chollo de antaño, pero igualmente se puede comer en uno de los mejores restaurantes de la ciudad por ocho euros el plato (en provincias los precios siguen desplomados)", y no puedo evitar sonreir. 

Volvíamos, Ana y yo, de visitar el campo de concentración de Treblinka, perdido en mitad de un bosque soberbio. La carretera - siempre secundaria y estrecha, claro - ofrece vistas a la Polonia profunda. Granjas con patos y cuervos correteando, hombres y mujeres aventando la paja para la vacada, carros  de mulas que desoyen las señales de tráfico y circulan junto a los vehículos. 

Nos sorprende el hambre. Al cabo de Dios sabe cuántos kilómetros encontramos un lugar que parece abierto. Amplio aparcamiento en el exterior, empujamos, tímidos, la puerta y aparece una especie de salón de celebración de bodas y comuniones. Se acerca el camarero - 18 ó 19 años - , vestido como manda la antigua usanza, pantalones de tela negros y camisa blanca, y se nos dirige en polaco. Hablo en inglés: no sabe inglés. Se cruza unas palabras, sonriendo, con otro camarero, que tampoco sabe inglés. (Me asombra percatarme de que ni tan siquiera entienden la expresión "OK"). Finalmente, no se sabe cómo, nos entendemos: nos sentaremos en una mesa y él nos traerá un par de cartas. Están en polaco y sólo en polaco. Intentamos adivinar dónde paran los platos principales y señalamos con el dedo al azar: éste y éste. La bebida sí la entiende: "coke and beer". 

En este lugar son especialmente rápidos y la comida llega, sorpresivamente, antes de 40 minutos. Hemos acertado: dos platos pantagruélicos, con carne y verduras suficientes para saciar el apetito que arrastramos desde hace horas. Comemos en un silencio sepulcral mientras observamos a un parroquiano beber cerveza y la decoración del salón enorme - sí, se trata de celebración de bodas o algo así - . Pedimos café pero tras pelearse con la máquina durante 15 minutos le digo que lo deje y se cobre. Problema: cuando blando la tarjeta en el aire me dice, en polaco mezclado con gestos, que no aceptan tarjeta, sólo zlotys frescos. Y nosotros, ahora, no tenemos. Comenta el problema y alguien, que parece el gerente, me dice que lo acompañe. Me subo en su coche y me lleva, a una velocidad que me hace temer por mi vida, a un cajero que hay en el barrio. Nos volvemos de nuevo en sepulcral silencio e intrépida conducción. Miro la cuenta: los dos platos, medio litro de cerveza y dos Coca-Colas han salido por unos 8 euros. Por las molestias les dejo una propia que les asombra por lo generosa (2 ó 3 euros).

Ésa es la misma Polonia profunda que apareció empapelada de pasquines anunciando el Estado de Guerra en 1981. Jaruzelski, un general, había dado un golpe de Estado y se emplearía duro para combatir a Solidaridad - es decir, la libertad - . ¿Un golpe de Estado en un país del bloque soviético? Nadie entendió nada. A la propia URSS, de hecho, le pilló de sorpresa. Pero le vino bien: Jaruzelski era su hombre fiel. Pero un golpe de Estado en el socialismo no es algo que uno pueda leer en Marx, ni en Lenin, ni en nadie. Nadie entendió nada.

Pasó como cuando un gobierno, supuestamente socialdemócrata o incluso socialista, decide subir un impuesto y elige el IVA; decide bajar otro y elige el de Sociedades. Como cuando la esperanza de los socialdemócratas de Europa en EE.UU. toma decisiones en materia militar y energética que hacen palidecer a Bush. Nadie entiende nada. 

La reacción de los polacos fue ejemplar. Continuaron con sus protestas pacíficas. Con sus apagados de luces y sus paseos. Al comisario de turno, encargado de controlar aquello, quisieron empapelarlo, "¿por qué no hace usted nada?", le preguntaron en una conversación que estaba siendo grabada sin que él lo supiera: 

¿Qué derecho tienes a entrar a sus casas y preguntarles por qué han apagado la luz y por qué han encendido velas? La apagan porque quieren. Bueno, tienen el derecho de apagar la luz de su casa, ¿no? Mira Swidnik, por ejemplo. La gente se va a pasear allí mientras dan las noticias en la televisión. Pasean tranquilamente, ¿y qué puedes hacer? ¿Mandar los antidisturbios? No puedes hacer eso - supondría una escalada de terror. 

¿Apagar las luces y encender velas, pasear por un parque en silencio a la hora de los telediarios? Nadie entendía nada. Polonia, un país enorme, con una riqueza natural y paisajística envidiable, no se ha recuperado aún de 45 años de comunismo. Y gracias a ello, los precios en provincias - como dice yahoo - siguen desplomados, aunque en 2009 ha sido el único país entre los UE27 con crecimiento, un 1'7%. Yo creo que últimamente nos pasa a todos como a mi camarero con el inglés: nadie entiende nada.

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