domingo, 17 de enero de 2010

Un lugar llamado Haití

Una familia española, leo, que pasaba sus vacaciones en Haití cuando ocurrió la catástrofe, ha fallecido. Pobre como es el país, ofrece numerosos resorts. Obviamente: puro Caribe.

He recordado que la fotografía premiada por Unicef en 2009 reflejaba, precisamente, una escena haitiana. Una niña pasea descalza por entre la podredumbre que rodea un poblado, en la que, junto a ella, pacen dos cerdos. 

Se trata de un país peculiar. En el huntingtoniano mundo civilizatorio que me ocupó hace algún tiempo, se lee esto:

Mientras que la elite de Haití ha disfrutado tradicionalmente de sus vínculos culturales con Francia, lo peculiar de Haití (la lengua creole, la religión vudú, los orígenes de esclavitud revolucionaria y su historia brutal) se combinan para convertirlo en un país aislado. "Cada nación es única", decía Sidney Mintz, "pero Haití constituye en sí misma una clase". Como consecuencia de ello, durante la crisis haitiana de 1994, los países latinoamericanos no percibieron Haití como un problema latinoamericano y se mostraron reacios a aceptar refugiados haitianos, aunque sí admitían refugiados cubanos. "(E)n Latinoamérica", como dice el presidente electo de Panamá, "Haití no se reconoce como un país latinoamericano. Los haitianos hablan una lengua diferente. Tienen raíces étnicas diferentes, una cultura diferente. Son completamente diferentes". Haití está igualmente separado de los países negros anglohablantes del Caribe. Los haitianos, decía un comentarista, son "tan extraños para alguien de Granada o Jamaica como lo serían para alguien de Iowa o Montana". Haití, "el vecino que nadie quiere", es verdaderamente un país sin parientes.

Leí, en los años en que devoré toda la corriente conocida como realismo mágico - fueron los años de 1º y 2º de BUP, aunque las relecturas me han acompañado desde entonces - la monumental novela de Alejo Carpentier llamada El Siglo de las Luces. Si bien no me conmocionó como Cien Años de Soledad, El Otoño del Patriarca o los cuentos de Juan Rulfo, reconocí en ella, también, un manejo exquisito del castellano. La mano de quien sabe narrar en dicha lengua. Se halla ambientada, en parte, en el Haití de la Revolución Francesa. El Haití francés era próspero, después llegaron las matanzas de blancos y la pobreza extrema. Como ejemplo de la prosa de Carpentier, el comienzo de la novela:

Esta noche he visto alzarse la Máquina nuevamente. Era, en la proa, como una puerta abierta sobre el vasto cielo que ya nos traía olores de tierra por sobre un Océano tan sosegado, tan dueño de su ritmo, que la nave, levemente llevada, parecía adormecerse en su rumbo, suspendida entre un ayer y un mañana que se trasladaran con nosotros.

Eso es para mí escribir en castellano, y lo demás, bocetos. Se refiere, claro, al barco que llevó la primera guillotina desde Francia hasta las colonias de allende el mar.

De momento, EE.UU., el FMI y el Banco Mundial han destinado 210 millones de euros a la ayuda tras el seismo. EE.UU. ha enviado varios miles de marines para que hagan como que existe el Estado , que se halla desaparecido. Obama ha subrayado que los 100 millones yanquis constituyen la mayor cifra jamás donada por su país. En su estilo meloso, ha añadido: "no os abandonaremos, no os olvidaremos".

Se ha iniciado una campaña para ayudar a Haití. Si sirve de algo, bienvenida sea. 

2 comentarios:

  1. Los viajeros que han pasado de la República Domicana a Haití hablan del cambio de universo cultural que se percibe. Pienso que Haití es un país africano en el Caribe. La procedencia de múltiples territorios y tribus del golfo de Guinea formó a Haití teniendo como elemento de unión las creencias mágicas que se ha venido a llamar vudú. Vi un vídeo del comandande Cousteau donde se veía una ceremonia vudú. Era espeluznante, o al menos así me lo pareció. Esa mentalidad prerracional llena de mitos y creencias en el mundo de lo invisible, los espíritus, dioses elementales, trances, fetiches es puramente africano y es también su condena para anclarlo en la pobreza más extrema. Por otro lado, las élites profesionales suelen huir de la isla que está dominada por un espíritu de resignación y falta de ambición, de carencia sentido del estado y de cohesión social en una sociedad dividida entre los mulatos que son la clase dominante y los negros. Los haitianos son en general buena gente y abundan los buenos pintores, su cosmovisión es interesante para la antropología pero su universo mental habría de cambiar para adaptarse a la modernidad. Y no sé si esto es posible. Me temo que no. No basta con que ahora la comunidad internacional y los marines quieran llevar ayuda a Haití. Si los haitianos no son protagonistas activos para salir de ese pozo negro, nadie les podrá ayudar. No me gusta que se explique como causa de la miseria de Haití su pasado colonial y las invasiones americanas. Ha habido países devastados por la guerra que han sabido cohesionarse y crecer económicamente. Quiero tener esperanza porque me interesa el mundo africano, pero como los haitianos no cambien su modo de estar en el mundo, no lograrán salira adelante. Perdona por la extensión del comentario, pero me ha interesado mucho tu aportación. No ha habido muchos blogs que hayan hecho referencia a la crisis de Haití. Un cordial saludo.

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  2. Gracias por tu interesantísima aportación, Joselu. Muy alejada, felizmente, del tópico "la culpa la tiene la colonización". Ya se sabe: la culpa siempre es de otros. Efectivamente, Haití no pintaba mal bajo el "yugo" francés, pero, entonces, las Luces se apagaron y el país se sumió en las tinieblas de las más atávicas creencias provenientes del África profunda. Así, efectivamente, no llegará la modernidad y, con ella, la prosperidad.

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