domingo, 30 de mayo de 2010

Porca Italia, bello Coliseo - saludos desde Roma -

Labores que no vienen al caso me traen a Roma. Convenzo, con gran esfuerzo, a Ana para que, haciendo dejación de todos sus deberes, me acompañe. Tras no pocas gestiones, lo consigue y embarcamos, juntos, destino a la cuna del Imperio por antonomasia. Aprovechamos el tiempo que me queda libre, por supuesto, para el vagabundeo. Roma está - siempre está - inundada de turistas. Y hablo de una inundación de dimensiones bíblicas. Callejas, iglesias y fuentes, hállase todo colmado de materia humana. Bella, ya se sabe, la Columna de Trajano, bellísima la Basílica de San Pedro y bella también la homónima plaza; toda esta belleza, empero, se corrompe ante el gentío desmedido que forma, normalmente en grupo, una argamasa compacta ante ruinas y monumentos. La masa alcanza dimensiones inverosímiles, diría yo ridículas, ante la Fontana de Trevi.

La ciudad es profusa, claro, en servicios para dicha masa turística. Se debe andar con cuidado en restaurantes, hoteles, cafeterías. Se me multiplican ya los casos de precios no incluídos en los menús que, a la postre, resultaban excesivos, cuentas hechas siempre a mano y donde aparece alguna inesperada tasa o, simplemente, intentos más o menos descarados de fraude. Se tiene por momentos la impresión de un país que hubiera adoptado, como norma, la política tarifaria de Ryanair. 

Hay una auténtica hueste de vendedores ambulantes. No importa la calle por la que uno camine o la cafetería escogida, alguien intentará venderle un pañuelo musulmán, un muñeco de colores que baila break dance o porcelana de pacotilla. Otros muchos tocarán el acordeón o el violín ante el comensal. Hay también quien, simplemente, en el semáforo da toques al balón con la cabeza y pasa después el sombrero. Otros muchos practican directamente la mendicidad - aprovechando, sobre todo, la abundancia de iglesias - . "Vuoi una foto?", pregunta un hombre de mediana edad, indio o paquistaní, "no, ma grazie mille", le digo, porque sé que, finalmente, pedirá dinero, y al poco acude otro hombre con la misma oferta, y así otro y otro, hasta que al último - "dai, io faccio la foto" - , que se pone pesado, le contesto ya de malas maneras - "mi dispiace parlare cosí, ma lasciateci in pace" - . Vano intento: no se da por vencido.

A pesar de lo enorme y populosa, Roma no es una ciudad vivaz. Muchos comercios, especialmente de hostelería, ¡cierran sábado y domingo! El tráfico es caótico y denso; lo denso viene dado, en gran parte, por el hecho de que sólo haya 2 líneas de metro, lo caótico porque se conduce, aparca y cruza a la italiana.

Italia creció desde el final de la II Guerra Mundial hasta 1990 a un ritmo envidiado por gran parte de Europa - en 1989 su PIB era casi el de Gran Bretaña - . Su economía llegó a codearse con la de Japón o Alemania. A partir de 1990, el desastre. El crecimiento se había producido a la italiana. El gobierno era más que generoso en sus compras (por ejemplo a la Fiat o la Olivetti) y creó fortísimos aranceles que mantenían los productos autóctonos en una burbuja de proteccionismo. Cuando, aún así, la cosa se ponía fea, se devaluaba la lira y a seguir a lo mismo. Con la llegada del euro y la UE, este modus operandi se hizo imposible. Sin embargo, el modus cogitandi se había instalado definitivamente en la mente italiana: había que ser amigo del político o burócrata de turno para conseguir el subsidio, y ser amigo, a veces, si no mediaban lazos de sangre o amistad, precisaba el paso por el despacho con la cartera abierta.

Una clase política corrupta - con leyes tanto de Craxi, de Prodi y de Berlusconi amnistiándola y dotándola de inmunidad - , una burocracia indócil al poder político y tan corrupta como él, la Mafia ahuyentando toda inversión extranjera en el Sur - supone ya el 7% del PIB del país - , el nepotismo sin parangón en la Universidad que provoca el éxodo de los más cualificados investigadores: así es, hoy por hoy, este país. Si lo anquilosado del país ha generado dicha situación o viceversa, es algo discutido.

Unos ejemplos. Realizar una obra pública de las de más de 50 millones de euros lleva 6 años. Construir una línea de AVE cuesta más de 4 veces lo que cuesta en Francia o España. La resolución judicial de una demanda sobre contrato incumplido tarda por media unos 4 años (en España, que es el segundo país peor en este sentido, año y medio). Abrir un negocio viene costando 5.000 euros, los permisos llegan a los 62 días tras pasar por 16 ventanillas (en EE.UU. cuesta abrirlo 167 euros, los papeles llegan a los 4 días y se pasa por 4 ventanillas). Y así todo. 

Se nos ocurre, por casualidad, acercarnos al Coliseo, que pilla a unas calles del hotel, al caer la tarde. Gran acierto. La masa turística se ha disipado y la luz alicaída adquiere, sobre la piedra secular, un tono melancólico y dulce. Un tono meloso que subraya el que es, a nuestro parecer, el más grande atractivo de la ciudad. Ciclópeo, hercúleo, hermoso en su figura descomunal. Fotografío a Ana que, ante semejante espectáculo, pinta un perfil elegante con un algo de etéreo. Vean la foto: no comment

Goethe estuvo por aquí a finales del XVIII. Le escribió a un amigo: Al atardecer llegamos al Coliseo,  justo en el crepúsculo; una vez que se contempla, todo lo demás se empequeñece. Es tan grandioso que el alma no puede captar su imagen, lo recuerda más pequeño, y cuando se vuelve a él parece aún más grande. Podría seguir escribiendo así siempre. Mi papel está en las últimas, pero yo no. 

Y si bien mi ánimo se siente hermanado con el de Goethe, esta entrada, al contrario que su ánimo, sí está en las últimas. Saludos desde Roma.

domingo, 23 de mayo de 2010

¿Escocia es Noruega?

Inusual, me decía la gente en Escocia, esta pasada Navidad, eran semejantes nevadas en Edimburgo. Allí, a nivel del mar, apenas cae un poco de agua nieve. La foto que les regalo, - Ana que observa la nevada copiosa en puro centro de la ciudad, Castillo de Edimburgo al fondo incluído - ,  pues, no es fruslería; los propios edimburgueses sacaban sus cámaras cual cutres turistas. En las Tierras Altas, me contaba la recepcionista del hotel de Inverness, abriendo los ojos tras las gafas menudas, sí nieva cada año, pero no de semejante manera. Me agrada recordarlo ahora, bajo un calor que ya comienza a parecerme excesivo.

El país, Escocia, es una de estas tierras tocadas en su día por la mano de Dios. La naturaleza le ha regalado vastos bosques y extensos prados, regados por caudolosos ríos, riachuelos y torrentes. Huelga mencionar los innúmeros y legendarios lagos. Las ciudades, para los más urbanitas, resultan también encantadoras: Inverness, pequeña y manejable; Glasgow, la comercial-industrial; Aberdeen, la ciudad hecha de granito: solemne y elegante en su gris ubicuo; Edimburgo, una gran ciudad con vocación de sosiego y amabilidad. Todo, ya saben, empedrado de castillos medievales envueltos en bruma. Bruma entre la que corretean zorros y ardillas y ciervos. 

Y, para colmo de regalos, se habla inglés. Y rizando un rizo ya dadivoso, el petróleo del Mar del Norte. Petróleo aún no se se sabe si abundante, pero, de momento, una dicha celestial. (La comparación no es un capricho: el turismo lingüístico es una fuente esencial de ingresos para el Reino Unido, sólo ligeramente por detrás del petróleo escocés).

El partido independentista escocés, el SNP, afirma constantemente que ansía la independencia escocesa para que el país, gracias a su petróleo (y whiskey), pueda asemejarse a Noruega. Ciertamente, los noruegos disfrutan de un Estado del Bienestar cuantioso y, de momento, sólido. El petróleo les ha permitido cimentar un Estado pródigo, una buena gestión lo ha mantenido firme. El Tesoro noruego constituye una fortuna extraordinaria y bien conocida en los mercados. El gobierno la invierte siguiendo férreos parámetros éticos: nada de empresas contaminantes, o que posean capitales en paraísos fiscales, o productoras de tabaco, etc. Las inversiones, además, se realizan con típica previsión nórdica, yendo a lo seguro y huyendo de aventuras a lo hedge fund. (La crisis, implacable, se ha llevado consigo el 23%, pero resulta una pérdida más que tolerable). 

Noruega ha asentado su Estado del Bienestar y, tras ello, ha reducido el gasto público - del 48% al 42% desde 2003 - . Gran Bretaña, al contrario, ha utilizado el petróleo escocés para crear uno de esos gigantes con pies de barro, elevando el gasto público en esa misma época del 42 al 47% (pero según la OCDE es del 53%), y llevándolo en ciertos lugares - como Gales - al 70%. Una vez que el consumo cayó en picado, Gran Bretaña se tambalea, carente del previsor fondo noruego.

Y, sin embargo, te quiero, parecen decir los escoceses. Conscientes como son de que podrían vivir como noruegos, prefieren pertenecer al Reino Unido. (Gentes afables, de conversación fácil, no conocí a un solo simpatizante del partido independentista). Un ejemplo más de que la infraestructura determina la superestructura sólo en la cabeza de los marxistas. Hay más cosas bajo el sol de lo que un socialista puede imaginar. En las últimas elecciones generales del Reino Unido, de este mismo mayo, los tories continúan siendo un partido minoritario - irrisorio - en Escocia: un parlamentario de 59; los laboristas consiguen 41 y los independentistas se llevan 6 (de los 20 a los que decían aspirar).

Los noruegos poseen, normalmente, una residencia habitual y otra en la costa o en un claro del bosque; es muy habitual, también, poseer un barquito. Si uno no quiere trabajar, no pretenderá tanto, claro, pero sí que caen unos 1.500 dólares al mes (la inspección no escruta los partes de baja). Un reciente estudio, leo de un economista nativo, muestra que los noruegos, otrora concienzudos trabajadores de mentalidad protestante, son quienes menos horas trabajan de todas las democracias industriales. El país vive en un régimen que se ha llamado oil-for-leisure; "pero - dice el economista - el sueño acabará algún día".

Cuando llega uno, si se atreve en puro invierno, a la última punta en tierra firme de Escocia, John O'Groats, ya, ante uno, sólo quedan rocas, focas y, en lontananza, las plataformas petrolíferas. Si el sueño noruego acaba algún día, siempre nos quedará Escocia. Aunque sea británica. Aunque vote laborista.

sábado, 15 de mayo de 2010

Leyendas renanas (Die SPD ist zurück!)

Es Renania una región de inmensos y ubérrimos campos. Tiene por capital a Düsseldorf, pero por ciudad emblemática a Colonia. Ésta es una ciudad grande - no en vano es la cuarta ciudad más poblada del país - y, sin embargo, agradable. Posee a la mañana el bullicio propio de una gran ciudad, pero ya a la tarde se apaga por completo y puede el viajero contemplar la soberbia catedral sin verse atormentado por el enjambre turístico (véase la foto abajo). 

El viajero debe alojarse inexcusablemente con vistas al Rin. La tarde estival no lo hace melancólico; bien al contrario, empuja a su vera un ejambre de jóvenes y no tan jóvenes que caminan, patinan o simplemente se broncean. Los campos de las afueras, trigales mayoritariamente, se hallan entretejidos por caminos: sapientísima ocurrencia que brinda a bicicletas y paseantes un crepúsculo soberbio. (Véase foto de la izquierda; donde Ana, en actitud contemplativa hacia el campo germano, emula a Heidegger). El viajero debe reservar un atardecer a la vera del Rin y otro al campo renano. 

Me confieso culpable de haber identificado durante años a Alemania con Prusia. Entiéndaseme, quiero decir con una exagerada seriedad, parquedad en todos los sentidos, un cierto autismo, rigidez. Venía yo de Sajonia y se me disculpará la precipitada identificación. Con los años, mis andanzas por territorios más sureños - Baviera - y occidentales - Renania - me han mostrado una Alemania algo diferente; más alegre o, al menos, menos encorsetada. Un poco - sin pasarse - más ruidosa; un poco - sin pasarse - más pronta a la sonrisa.

El Land de Renania del Norte-Westfalia es sinónimo de industria. Aporta un bocado grande al PIB alemán. En el imaginario de muchos germanos se halla represantada por un mono de trabajo, por una mina, por humo y grasa y duro trabajo. Recientemente se han celebrado las elecciones al parlamento regional, y el resultado fue resumido por la responsable del partido socialista (SPD): Die SPD ist zurück! (¡el SPD ha vuelto!), o como publicaba algún diario: Die SPD is wieder da! (el SPD está aquí de nuevo). Nunca se había ido. El Land ha sido tradicionalmente un bastión del SPD, pero en 2005, el partido experimentó un considerable retroceso (dejándose casi un 6%) y dejando el gobierno en manos de los conservadores de la CDU (que experimentaba una subida de casi un 8%). 

En las elecciones recién celebradas, el SPD continúa su debacle (ahora pierde 3%), pero la CDU comienza el suyo (¡-11%!). La situación es de empate técnico: CDU: 34'6%; SPD: 34'5%. La participación, por cierto, ya no es lo que era en Alemania: en 2005, un 63%; ahora no llega al 60%.Si miramos un poco atrás, en las elecciones nacionales del pasado septiembre, en Renania la CDU supera al SPD en casi 5 puntos, y, comparando los datos con las regionales de ahora: la CDU pierde un punto y el SPD gana 6.

Lo que llama la atención es el diagnósitico que se hace de los resultados. En la prensa española he leído por doquier que se castiga a Merkel por sus dudas ante el rescate de Grecia. Cuando uno lee la prensa o ve la televisión alemanas lo que hay es, más bien, rechazo a la situación que se ha generado en Europa por el rescate a Grecia y por el nuevo blindaje del euro. Recorre el país germano la duda de cuánto más nos costará esto. Pareciera - continúan muchos comentaristas alemanes - que a nosotros sólo nos son permitidos los sacrificios: para reparaciones de guerra, para la reunificación, para salir de la crisis, mientras otros, que no permiten nuestras recomendaciones/imposiciones, acudirán gustosos al servicio de salvamento alemán. Las dudas de la Merkel no fueron más que un aviso para navegantes: no será tan fácil cuando llegue a la mesa de operaciones Irlanda, España o Portugal: no pagaremos esas intervenciones. 

Hay también descontento por los desencuentros entre la CDU y su socio de gobierno, los liberales, sobre la reforma fiscal. Y allí, al contrario que en España, los universitarios se han tomado en serio las protestas contra el pago de tasas y matrículas universitarias que se impondrá a partir del curso próximo (en Alemania la universidad es casi un gratis total). Pero hay,  y no se dice por aquí, un descontento nada soterrado hacia el hecho de que un país con una productividad envidiable pague los platos rotos de países con una desplomada. Y el descontento se expresa, esto no es novedad, en forma de baja tasa de participación y voto de castigo al gobierno.

Al final del camino renano, encuentra uno la vieja dicotomía: la cálida y simpática Europa del Sur y la eficiente y serena del Norte. O la tricotomía: un latino y su amigo el celta contra el sajón. Si es que esto de la lucha de civilizaciones, bien pensado, sirve pa' to'.

jueves, 6 de mayo de 2010

Los caminos del Señor (paradojas, inconsistencias y alguna hipocresía)

Ana en el Rynek de Poznan. Una ciudad pequeña y agradable - cuenta con un pato con salsa negra como plato local altamente recomendable - . Paseamos un domingo de agosto. Hay vida en el Rynek - aunque nada comparable, claro, al gentío de Cracovia o Gdansk - , algunos turistas, pero mayoría de locales. Es la hora de la cena y las gentes comienzan a tomar asiento en las terrazas. Las iglesias, eso sí, están llenas. 

Se nota que es una ciudad universitaria. Hay 4 universidades y diversos centros más de enseñanza superior. Si se aleja uno del puro centro, encuentra también empresas de las grandes.

Ésta, Poznan, fue la ciudad natal de Ludendorff. Era a la sazón Prusia profunda. Ludendorff, quién lo iba a decir, sirvió de máxima inspiración al mismísimo Lenin. ¿Un revolucionario bolchevique emulando la política económica de un militar prusiano? No resulta tan paradójico: los alemanes han sido tradicionalmente amigos del control centralizado. En particular, Lenin quedó prendado de la centralización llevada a cabo por el "socialismo de guerra" forjado por Lundendorff. La política industrial de Lenin fue, en realidad, un remedo de la alemana. Se contrató, incluso, a expertos de este país, y cuando otros bolcheviques protestaron, Lenin escribió el panfleto Sobre el infantilismo de la "izquierda" y el espíritu pequeño burgués, donde se lee:

Sí: ¡aprended de los alemanes! La Historia procede por zigzags y sinuosos senderos. Sucede que son los alemanes ahora quienes, junto con un bestial imperialismo, representan el principio de la disciplina, de la organización, de trabajo sólido en equipo, sobre la base de la más moderna maquinaria, de la gestión y el control estrictos. Y esto es, precisamente, de lo que carecemos.

El "capitalismo de Estado" alemán, decía Lenin, era "un paso hacia adelante" en el camino hacia el socialismo. La Historia había hecho un "extraño truco". Había dado lugar a "dos mitades de socialismo separadas, una al lado de la otra, como dos pollos en un mismo huevo": revolución política en Rusia, organización económica en Alemania.

Alemania ayudando gentilmente a los rusos y, actualmente, haciéndose la remolona para yudar a los griegos. A este respecto, puede llamar la atención que quienes pusieron el grito en el cielo por el rescate estatal de los bancos no vean tan escandoloso el rescate (supra)estatal de un Estado. O viceversa, lo mismo me da. Tanto bancos como Grecia han realizado una pésima gestión que, por diversas circunstancias, obliga a los Estados a rescatarlos en un intento de minimizar los daños y controlar la onda expansiva. ¿Resulta más oneroso para el ciudadano el rescate de los bancos que el de Grecia? Un país como España prestará a este país 9.800 millones de euros: no es poco.

Es más, muchos de quienes más vociferan ante el rescate de los bancos son también quienes más vociferan ante los recelos de Alemania ante el rescate griego. ¿Por qué si de la situación crítica de muchos bancos se extraía la conclusión del fracaso definitivo del capitalismo no se redacta ante la quiebra del Estado griego el obituario del estatismo? 

No estoy defendiendo que la crisis no haya puesto al descubierto una regulación insuficiente en el sector financiero - considero eso un tema abierto actualmente - ; de momento, sólo constato una clara inconsistencia en la manera de tratar dos rescates por parte de Estados. Y, en todo caso, lo que estoy defendiendo es que si los bancos emprendieron políticas empresariales suicidas, los Estados no se hallan libres de tal comportamiento. ¿Se imagina alguien a un griego defendiendo ahora la necesidad de una banca pública?  Una banca pública griega equivale a dejar una comisión contra el nepotismo en manos de un siciliano. 

De hecho, es curioso que la crisis que comenzó extendiendo el finiquito al capitalismo comience a adoptar la forma de recortes al Estado del Bienestar. Si muchos critican al liberalismo - y hacen bien - la hipocresía de pregonar un libre mercado que sólo puede funcionar gracias a un Estado fuerte, muchos ahora critican a los neosocialistas la hipocresía de defender un Estado del Bienestar que, como vemos, sólo se puede financiar cuando la productividad, la demanda y tantos otros factores por ellos estigmatizados funcionan a pleno rendimiento. 

Son, desde luego, sinuosos los caminos del Señor.